Es una expresión muy utilizada en la iglesia cristiana de hoy. Aún cuando entiendo el origen bien intencionado de ver a nuestros Ayos o Tutores en esta carrera de la fe como un padre, debemos recordar que Padre hay solo uno y que éste no comparte su gloria con nadie.
En la iglesia de hoy corremos el riesgo de llegar a experimentar el estado de orfandad cuando el llamado “padre espiritual» se va ó ya no está. No es correcto que un hijo de Dios tenga este sentimiento, ya que el verdadero y único Padre no muere, es eterno. En tal sentido usar el título de Padre sea cual sea su adjetivo no es apropiado en base a la enseñanza de Jesucristo en Mateo 23:9, lo deja bien claro cuando dice: «Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos». No busco sensurar el uso de esta expresión, pero reconozco que tiene características que le pertenecen solo a Dios y esto puede traer desviaciones en su aplicación que deben ser observadas.
Jesucristo sabe lo que conviene y por eso lo advirtió claramente.
Llamar padre a un mentor podría terminar
La labor del mentor es guiar a su discípulo a desarrollar la identidad genuina de hijo de Dios. El mentor puede ver a sus discípulos como hijos, pero esto no quiere decir que lo sean realmente. Un discípulo tomará del ADN de tu mentor, es inevitable, los seres humanos tendemos a parecernos a aquello con lo que nos relacionamos, forma parte del diseño. Aún así y llegado el momento, el buen discípulo desarrollará su propio estilo, bajo la unción que le fué impartida por el Espíritu. ¿Cuál es la unción de debe prevalecer?, ¿la del tutor o a del Espíritu?, esto no es relevante porque toda unción proviene de Dios.
En conclusión, la relación de fe que debe existir entre los hijos de Dios es de mentor a discípulo y no de padre a hijo.