El que opera en el Reino llega a entender que la visión dada por Dios a la vida de una persona está atada al diseño con el cual esa persona nació.
Para describirlo de una forma sencilla, la visión es una imagen de justicia.
Las visiones deben verse como la guaya de un puente colgante. La visión personal de un individuo puede contener conjuntos de visiones personales (hebras o pelos de guaya) de otros individuos que cooperan en pro de una visión de orden mayor.
Las visiones pueden ser personales y corporativas, y todas van en función de la justicia.
Aquí te dejo un conjunto de luces que te ayudarán a reconocer cuando una visión es verdaderamente de Dios para tí:
1 Cuando tienes pasión por algo específico.
2 Cuando ese pensamiento o imagen persiste en el tiempo y no está influenciado por la moda, se mantiene a pesar de los contratiempos, de una u otra forma sigue allí como pendiente, como una luz que se enciende de forma intermitente para recordarte que tienes una labor que hacer.
3 Cuando aquello que piensas y ves, se orienta al beneficio de los demás y eso también provoca tu beneficio, la visión no tiene nada que ver con el ego.
4 Cuando es familiar, la visión no va a estar separada de tu familia. Claro que habrá ocasiones donde es necesario una separación temporal, pero nunca más allá de poner en riesgo las relaciones entre los miembros de una familia.
5 Cuando lo que haces edifica al Reino de Dios y no a tu reino personal. La visión de Dios para tí siempre irá en función del único Reino eterno.
6 Cuando persigues el cumplimiento de la visión te causa placer en lugar de verlo como un trabajo que genera fatiga.
Si la “visión” que tienes llega a contradecir algún aspecto de la palabra de Dios, es porque te estás desviando del propósito de la visión o porque no es una visión de Dios.
Tú visión personal siempre será realizada en una visión corporal, no existen visiones aisladas en el Reino.
La visión es el canal que usa Dios para desarrollarte en Cristo, una visión siempre vendrá preñada de propósitos, y éstos son los motores de esfuerzo y valentía que necesitas para desarrollar los dones y talentos que forman parte de tu diseño único como rey y sacerdote.
La visión es la imagen que inspira a un ser espiritual, todo lo que hagas fuera de tu visión será un despropósito.
La visión es la tarea de tu vida, con ella cumplirás tu propósito, ella te proveerá del enfoque necesario en los momentos de debilidad.
Tenía que ser así, el hombre como ser esencialmente espiritual se realiza y vive a través de la inspiración que le produce una imagen con propósito divino a la que llamamos visión.
Sin visión no hay Reino, en la escritura está plasmada la visión que Dios le entregó a su representante en la tierra:
Gn 1:26-28: “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. 27 Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. 28 Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.”
Dios nos creó para ser su imagen sobre la tierra, para ser el brazo ejecutor de su gloria sobre todo lo que se ve.
Llegará el día en que el evangelio del Reino será predicado por toda la tierra y sólo entonces llegará el fin. No será el evangelio de irnos al cielo, tampoco será el evangelio de la prosperidad, y mucho menos el evangelio sin nombre, los que detonarán la segunda venida de Jesucristo.
Demos gracias al Espíritu Santo, que cada día nos muestra a los ministros el delicado papel que tenemos de enseñar al remanente escogido a despertar y salir de los conceptos religiosos que tanto han ahogado la visión del Reino de los Cielos en nuestras vidas.