Un Reino de Padre e Hijos

Hay un universo de amor por conocer entre nuestro Padre y nosotros...

Hoy día el Espíritu nos ha traído a su verdad presente la importancia de rescatar todo lo concerniente al Evangelio del Reino.

Desenfocarnos, deslastrarnos del evangelio religioso lleno de esquemas que dejan a un lado el primigenio Amor de Dios, ha sido el barco en la cual nos ha embarcado el Santo Espíritu de Dios para este tiempo. Hemos entendido dentro de las limitaciones humanas que la religión debe ser desmontada en su forma y en su fondo, la religión termina siendo un  obstáculo que solapa la revelación del Espíritu.

Hablar de Reino de los Cielos sin pasar por ordenar la institucionalidad de la paternidad en nuestras vidas, nos haría fracasar estrepitosamente en nuestro caminar por el Reino de Dios.

Jesucristo enfocó sus enseñanzas en como se establece y opera el Reino de Dios. Él derribó el imperio de la muerte, reposicionándonos como los reyes y señores de la tierra. Nos toca a nosotros extender este Reino para manifestar que somos auténticos hijos de Dios, esto ha sido una prioridad dentro del propósito divino.

Es aquí que el término Hijo de Dios toma especial importancia. Un Reino sin herederos está destinado a desaparecer, damos gloria a Dios que el Padre tiene su heredero, el Hijo y que éste asumió cabalmente su papel en el concierto de los tiempos.

Este Hijo depósito en nosotros su identidad, nos revistió con su autoridad y nos concedió toda bendición espiritual. La pregunta es ¿para que?, la respuesta es obvia, para reinar en su nombre como fue establecido en el modelo del Edén.

Son estos argumentos más que suficientes para demostrar que es la paternidad la institución más golpeada por el enemigo de Dios que Jesucristo venció en la cruz. La falta de paternidad en la sociedad actual es la muestra inequívoca de la estrategia que ha utilizado satanás para eliminar de raíz la identidad de hijos en los herederos de la salvación de Cristo.

Para que exista paternidad debe haber un Padre y un hijo, que deben relacionarse de forma estrecha y en perfecta unidad.

La paternidad para que sea efectiva, no debe verse afectada por los sentimentalismos o emociones que tienen su asiento en el alma. La paternidad sana, con imagen sana, funciona de Espíritu a espíritu.

Jn 5:19-20: “19 Tomando la palabra JESÚS, les decía: De cierto, de cierto os digo: No puede el Hijo hacer nada de sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre. Porque lo que Él hace, esto también hace igualmente el Hijo. 20 Porque el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que Él hace. Y mayores obras que estas le mostrará para que vosotros os maravilléis.”

El amor de Dios en nuestras vidas opera desde el espíritu. En el alma solo pueden operar los sentimientos y emociones que si no están en orden, terminarán nublando nuestro entendimiento. El funcionamiento correcto del amor verdadero en el espíritu del hombre, dará a luz la obediencia de éste ante su Padre Dios.

La obediencia como si fuera un niña recién nacida, necesita de un acto continuo y voluntario de fe, que la haga respirar hasta que el músculo del Amor de Dios sea desarrollado en nosotros.

El fundamento de la institución de la paternidad es la obediencia, es en ella donde se sustenta la realización de los planes divinos. La obediencia define quién es el padre y por consiguiente el hijo.

Las riquezas del Reino nos han sido vetadas hasta hoy por esta causa. La desobediencia solo ha traído retrasos en los propósitos que el Padre preparó para nosotros.

Obedecer al Dios Padre y no al hombre es fundamental. Lamentablemente ha habido dos grandes usurpadores en la posición de padre, estos han sido satanás y los hombres que en su impiedad nutren la desobediencia.

Es por eso que Jesucristo mismo advirtió que a nadie debemos llamarlo padre, porque Padre solo uno hay.

Y si Padre solo hay uno, este Padre solo engendra hijos que tengan su misma naturaleza, es por eso que de antemano mano nos creó a su imagen y semejanza, infundiéndonos su aliento de vida. Cómo puedes ver, todo estaba preparado.

Si queremos caminar en el Reino, debemos hacerlo como hijos obedientes al Padre, para que el Padre este en nosotros y nosotros en el Padre. En Cristo tenemos está potestad, disfrutemos pues de la obediencia como llave del Reino y como arma en contra de los enemigos de nuestro Padre.

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