Tres llamados

A toda la iglesia, y en especial a sus ministros...

Tres Llamados a la Iglesia: Reflexión, Restauración y Responsabilidad

     Queridos hermanos y hermanas, en este tiempo crucial para el cuerpo de Cristo, es necesario detenernos y reflexionar sobre nuestra condición como iglesia, nuestra misión en el mundo y nuestro compromiso con el llamado divino. No es momento de señalar con juicio, sino de mirar con humildad hacia nosotros mismos y hacia la iglesia como un todo. Hoy quiero invitarles a considerar tres pensamientos que nos desafían a ser una iglesia que refleja la gloria de Dios en todo lo que hacemos.

1. Así está la iglesia en el mundo: un llamado a la reflexión

Al observar el estado de la iglesia en el mundo, no podemos ignorar los desafíos que enfrentamos. En muchos lugares, la iglesia parece estar perdiendo su influencia espiritual y social. Esto no es una crítica destructiva, sino una invitación a reflexionar sobre cómo podemos recuperar nuestra posición como luz del mundo y sal de la tierra (Mateo 5:13-16).

La pérdida de relevancia

En algunas regiones, la iglesia ha perdido su capacidad de impactar a la sociedad porque ha permitido que las corrientes culturales influyan más en ella que los principios del evangelio. En lugar de ser una voz profética que guía y edufica a las naciones hacia la justicia y la verdad, hemos caído en la trampa de acomodarnos al espíritu del tiempo.

 “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento” (Romanos 12:2).

La pregunta que debemos hacernos es: ¿Estamos siendo transformadores o estamos siendo transformados por el mundo? Nuestra misión no es adaptarnos a las modas pasajeras, sino proclamar un mensaje eterno que tiene el poder de cambiar vidas.

“La verdadera primicia que Dios quiere somos nosotros, nuestro corazón…”

La división interna

Otro desafío es la fragmentación dentro del cuerpo de Cristo. Las divisiones denominacionales, los conflictos entre líderes y las disputas doctrinales han debilitado nuestra unidad. Jesús oró para que fuéramos uno (Juan 17:21), porque sabía que nuestra unidad sería un testimonio poderoso para el mundo. Sin embargo, muchas veces hemos priorizado nuestras diferencias por encima de nuestra misión común.

La necesidad de renovación espiritual

Finalmente, en algunos casos, hemos descuidado nuestra vida espiritual personal y colectiva. La tibieza espiritual mencionada en Apocalipsis 3:15-16 es un recordatorio solemne de lo que sucede cuando perdemos nuestro primer amor por Cristo (Apocalipsis 2:4). Este es un llamado a volver a las disciplinas espirituales: oración ferviente, estudio profundo de las Escrituras y comunión genuina entre los creyentes para la edificación de los reyes y sacerdotes de ésta generación.

Reflexión: ¿Qué pasos podemos tomar para restaurar nuestra influencia como iglesia? ¿Cómo podemos asegurarnos de ser relevantes sin comprometer nuestra integridad espiritual?

2. Los ministros de la iglesia persiguen sus propios intereses: un llamado a la integridad

El liderazgo dentro del cuerpo de Cristo es un privilegio sagrado y una responsabilidad solemne. Sin embargo, debemos reconocer con humildad que algunos líderes han caído en la tentación de priorizar sus propios intereses por encima del bienestar del rebaño. Este no es un juicio condenatorio, sino una invitación a evaluar nuestras motivaciones y renovar nuestro compromiso con el llamado divino.

El peligro del egoísmo

El profeta Ezequiel advirtió contra los pastores que se apacientan a sí mismos en lugar de cuidar al rebaño (Ezequiel 34:2-4). En ocasiones, algunos líderes han buscado reconocimiento personal o beneficios materiales, olvidando que somos llamados a servir con humildad y sacrificio.

 “El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir” (Mateo 20:28).

Un liderazgo centrado en uno mismo no solo daña al rebaño, sino que también deshonra el nombre de Cristo. Como ministros del Evangelio del Reino debemos recordar que somos administradores de los dones y recursos que Dios nos ha confiado.

La importancia de predicar la verdad

Otro desafío es la tentación de diluir el mensaje del Evangelio del Reino para hacerlo más atractivo o menos confrontador. Pablo advirtió sobre aquellos que predican lo que agrada a los oídos en lugar de lo que transforma los corazones (2 Timoteo 4:3-4). Nuestro llamado no es buscar popularidad, sino proclamar fielmente la verdad con amor, tampoco la solución es la religiosidad exacerbada de congregaciones que se amparan en la “sana doctrina”, pero terminan castrando la vida espiritual de los que acuden a Cristo.

 “Porque no me avergüenzo del evangelio; porque es poder de Dios para salvación” (Romanos 1:16).

Un liderazgo basado en el servicio

El modelo bíblico para el liderazgo es claro: somos llamados a ser siervos antes que señores (Marcos 10:42-45), porque realmente, en el Reino los siervos son los señores. Esto implica poner las necesidades del rebaño por encima de nuestras propias ambiciones y estar dispuestos a darlo todo por aquellos a quienes servimos.

Reflexión: ¿Cómo podemos fomentar una cultura de integridad y servicio dentro del liderazgo cristiano? ¿Qué medidas prácticas podemos tomar para garantizar que nuestras motivaciones estén alineadas con el corazón de Dios?

3. Construye reyes y sacerdotes: un llamado a la verdadera edificación

A pesar de los desafíos mencionados, hay esperanza. Dios está levantando una generación nueva dentro del cuerpo de Cristo: hombres y mujeres llamados a formar y a vivir como reyes y sacerdotes (Apocalipsis 1:6; 5:10). Este no es un título honorífico; es una responsabilidad divina.

Reyes con propósito

Como reyes espirituales, somos llamados a ejercer autoridad bajo el señorío de Cristo. Esto significa influir positivamente en nuestras familias, comunidades y naciones con los valores del reino. No se trata de buscar poder terrenal, sino de establecer justicia, paz y verdad dondequiera que estemos. Expandir el dominio espiritual de Cristo sobre la tierra.

 “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia” (Mateo 6:33).

Un rey según el corazón de Dios no gobierna para sí mismo; gobierna para beneficiar al pueblo bajo su cuidado. Esto implica tomar decisiones sabias, actuar con integridad y liderar con sabiduría.

Sacerdotes con compasión

Como sacerdotes espirituales, somos llamados a interceder por otros ante Dios por ser cuerpo de Cristo, el intercesor por excelencia, y a representar Su amor al mundo. Esto incluye proclamar las virtudes de aquel que nos llamó (1 Pedro 2:9) y ministrar con gracia a quienes están heridos o perdidos.

 “Vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio” (1 Pedro 2:9).

Un sacerdote de la orden de Melquisedec y según el corazón de Dios, no busca reconocimiento personal; busca reconciliar al hombre con Dios mediante el mensaje del evangelio.

Equipando a otros

Finalmente, construir reyes y sacerdotes significa invertir en otros. Jesús dedicó Su ministerio terrenal a discipular a hombres comunes para convertirlos en líderes extraordinarios. De manera similar, debemos dedicar tiempo y recursos para capacitar a otros creyentes para que vivan plenamente su llamado como reyes y sacerdotes.

Reflexión: ¿Qué pasos prácticos podemos tomar para equipar mejor al cuerpo de Cristo? ¿Cómo podemos animar a otros creyentes a asumir su papel como reyes y sacerdotes?

Queridos hermanos, puedo concluir que estos tres pensamientos son más que simples reflexiones; son llamados urgentes para nosotros como iglesia:

1. Reflexionar sobre nuestra condición actual sin perder la esperanza.

2. Restaurar la integridad en nuestro liderazgo.

3. Asumir nuestra responsabilidad como reyes y sacerdotes bajo el nuevo pacto.

El tiempo apremia. El mundo necesita una iglesia fuerte, unida e íntegra que proclame fielmente las buenas nuevas del Reino. Que cada uno de nosotros tome estos desafíos como una oportunidad para crecer espiritualmente y contribuir al avance del Reino de Dios.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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