La palabra revelación desde la perspectiva cristiana la podemos definir como la operación de ver con nuevos ojos algo que no se podía ver antes. Esto trae como consecuencia lo siguiente: “únicamente con visión renovada podremos tener revelación”.
La renovación genera cambios y los cambios abren la puerta del arrepentimiento.
Es así que debemos hacer la siguiente pregunta: ¿cómo me renuevo?, y la respuesta es exponiendo tu corazón a Cristo. Él hace todas las cosas nuevas.
Ap 21:5: “Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas.”
El alcance de la revelación en la vida de un hijo de Dios llega a formar parte de su íntimo conocimiento de Dios, donde el mismo espíritu interpreta lo revelado al hombre en lugar de su mente limitada. Otorgando así una fe absoluta en la “palabra revelada”.
Y aquí es donde debo hacer un alto, la gran mayoría de nosotros que escudriñamos las escrituras, cometemos o hemos cometido muchas veces el error de llamar revelación a una interpretación hecha por nosotros mismos.
Y es aquí donde se originan las variaciones de las distintas doctrinas que en muchas formas han empañado el caminar de la iglesia de Cristo en la tierra a lo largo de los siglos.
¿Por qué el señor permite todo esto?, ¿cuántas veces me he hecho esa pregunta?.
Por otra parte, la interpretación es la operación de explicar todo aquello que vemos y oímos, basado en conocimientos, prejuicios y argumentos establecidos en nuestra mente, que se han formado a lo largo de nuestras experiencias o vivencias personales.
Gracias a Dios que nos entregó las escrituras, cuyo propósito es ser testimonio escrito de la naturaleza divida de Dios, explicando por sí misma y por el Espíritu Santo su mensaje.
Será la palabra escrita de Dios y por su Espíritu los que nos harán ver si la doctrina del dispensacionalismo, su gran tribulación y arrebatamiento son el resultado de una revelación divina o de una interpretación humana que puede o no ser verdadera.
Será la palabra escrita de Dios y por el Espíritu los que nos harán ver si estamos en un “tiempo de gracia” aguardando la segunda venida de un Rey que es Rey pero que aún no reina, porque aún está reinando en el mundo uno que fue vencido; o si tenemos un Rey que está entronado en los cielos y que desde que vino en la nubes a presentarse delante del anciano de días trabaja incansablemente por el Espíritu Santo en nosotros, que somos la esposa del cordero que administra con su autoridad y poder la tierra que nos entregó por herencia.
¿Por qué fue necesaria la reforma que logró abanderar Lutero?, fue necesaria para confrontar al papado de la época con doctrinas que desviaron fuertemente a la iglesia de su propósito divino.
¿Hasta qué punto estamos desviados hoy del propósito divino?, ¿tenemos claro cuál es el propósito divino?, ¿tenemos entendimiento del tiempo que nos vivir y la tarea a realizar?, ¿qué tan paralizada o ralentizada está la obra de Cristo a causa de su iglesia?
¿Existe una conspiración mundial para mantener distraída o desenfocada a la iglesia de su objetivo?, ¿será que tememos enfrentarnos al status quo y a las autoridades de la iglesia cristiana de hoy, que a nuestro orgullo en detrimento de nuestra imagen como ministros competentes?
Hoy en día estamos tan distraídos en las formas, que no estamos considerando el fondo para evaluar nuestro desempeño como reyes y sacerdotes del reino de los cielos en esta tierra.
Si la iglesia no esta desviada de su objetivo, entonces estas palabras pasarían a ser parte de la tan necesaria autocrítica que debe tener todo aquel que busca llegar a la estatura del varón perfecto, si no, estamos ante un escenario crítico, ante un rumbo que debe ser corregido, donde sólo el Espíritu Santo, nosotros y la escritura podemos llevar nuevamente este navío a puerto seguro. Recordemos que por el desvío de una nación de israelitas con mentalidad de esclavos, se retrasó por cuarenta años el llegar, entrar y conquistar la tierra prometida.
Iglesia, despierta y volvamos a revisar las escrituras…