Hch 22:25: “Pero cuando le ataron con correas, Pablo dijo al centurión que estaba presente: ¿Os es lícito azotar a un ciudadano romano sin haber sido condenado?, cuando el centurión oyó esto, fue y dio aviso al tribuno, diciendo: ¿Qué vas a hacer? Porque este hombre es ciudadano romano. Vino el tribuno y le dijo: Dime, ¿eres tú ciudadano romano? El dijo: Sí”.
Ejercer la ciudadanía del Reino de los Cielos es el derecho que nos asiste a aquellos que estamos revestidos de Cristo.
El plan redentor consiste en restituir lo que había perdido el hombre en Edén, y tendría que ser a través de otro hombre el que rescatara y volviera a su gloria el reino que nos fue arrebatado.
La escritura dice en Fil 3:20: «Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo”. Un ciudadano goza de los privilegios que le asiste el reino o país al que pertenece. En nuestro caso, la escritura es clara cuando dice que los que estamos en Cristo no somos de este mundo, pero fuimos asignados a realizarnos en esta tierra.
Fuimos concebidos en los cielos para regir la tierra como imagen del Dios vivo. Eso fue lo que Jesucristo estableció, rescató la imagen y semejanza del Dios de los cielos para que señoreáramos como sus embajadores en la tierra.
Pablo nos enseña que ser ciudadano romano tenía sus ventajas y que él podía apelar al mismo César para presentar su defensa en caso de ser necesario.
Jesucristo nos presentó el evangelio del reino y nos corresponde a nosotros transmitir este genuino evangelio como la única buena nueva que nos abrirá las llaves de la manifestación de los hijos de Dios sobre esta tierra.
Hoy día hemos contribuido a torcer esta verdad, llamando y predicando otros evangelios que en su origen parecen acordes con el propósito divino, pero que nos desvían del centro de la diana. Hablo del evangelio de la salvación, de la prosperidad, de la liberación, del escape a los cielos, etc.
Hoy es el llamado, las cosas hay que llamarlas por su nombre, el único evangelio del cual habló Jesús, fue el evangelio del reino. Mantengamos el enfoque y no nos dejemos distraer de nuestro propósito.
Cuando entendamos que somos señores, embajadores, hijos de Dios y coherederos con Cristo, entonces vamos a saber encarnar nuestro papel en Mateo 22:44 cuando dice: «Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies?».
Jehová siempre se ha provisto de hombres para cristalizar su plan y esto no va a cambiar ahora. El cielo que habita Dios está limpio de enemigos, todos fueron arrojados desde allí, sus enemigos cayeron en la tierra y nos toca a nosotros hacer cumplir junto con el poder del Espíritu Santo la tarea de poner los enemigos de nuestro Señor a sus pies. Jesucristo puso a la Iglesia como la autoridad sobre toda la tierra y Él hará valer ésta palabra.
Si queremos que nuestro Señor haga su entrada triunfal a la que llamamos segunda venida, entonces debemos predicar el evangelio del reino con poder hasta lo último de la tierra.
¡Somos el reino, habla del reino, establece el reino donde vivas, lleva el reino a donde estés!.