«Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas». Mateo 6:33
Al leer el capítulo 6 del evangelio de Mateo, las palabras de Jesús nos confrontan con el desarrollo de actividades que comúnmente toda persona considerada piadosa las realiza. Aún así, el Señor comienza esa enseñanza dándonos una advertencia, «que nos guardemos de hacer nuestra propia justicia».
Bueno, es normal escuchar, si quieres algo, ora; si lo que quieres es algo complicado, ayuna; da, para que puedas tener; y aún viendo experiencias de personajes bíblicos que sustentan estas verdades, es necesario advertir que no caminan conforme a la justicia Divina, pues estamos buscando «nuestra propia justicia».
El Señor completa su enseñanza diciéndonos que no caigamos en el afán ni en la ansiedad, angustiándonos por nuestro cuerpo o por nuestra vida. Que los que hacen tales cosas son los que no tienen a Dios por Padre Celestial. Y nosotros, que busquemos primeramente el Reino de Dios y su Justicia.
La justicia, se define como obrar y juzgar conforme a la verdad. Esto es humanamente difícil, pues cada quien, basado en sus experiencias y vivencias, tiene una verdad. De modo que debemos buscar la verdad de Dios manifestada en Cristo, quién dijo: Yo soy la verdad. Por lo que se nos hace un llamado al arrepentimiento, un cambio en la manera de pensar y nacer del agua y del Espíritu, si es que queremos participar del Reino de los Cielos.
La justicia del Reino de Dios, consiste en la realización de los propósitos Divinos en cada uno de nosotros; que, lejos de la búsqueda del bien personal, busca cumplir en la tierra los deseo del corazón de Dios, al decirle: Venga tu Reino, hágase tu voluntad en la tierra, así como en el cielo.
La palabra nos enseña que «el justo por fe vivirá» y en Hebreos 11, se muestran las hazañas de hombres que vivieron por fe en la tierra, y hay un elemento común en todo cuanto ellos hicieron; ninguno lo hizo para si mismo, todo cuanto hicieron, lo hicieron para el beneficio de otro, para que Dios sea conocido por otros, para que la gloria de Dios llene la tierra.
¿No hizo Jesús así?, él puso su vida por nosotros y nos hace un llamado a imitarle. Usted dirá que era el único que lo podía hacer, y es cierto, pero ahora nos manda a poner nuestra vida por su causa. Las instrucciones para Adán eran: llena la tierra, gobierna con justicia. Pero el hombre dejó la voz de Dios, por los gritos de su ego insatisfecho que se manifiestan en forma de afán y ansiedad, para que éste busque su propia justicia.
En Cristo, somos árboles de justicia, juntos somos plantío de Jehová para gloria suya (Isaias 61:3). Ningún árbol fructifica para sí mismo, todos lo hacen para bendecir a otros. Eres un árbol de vida, que da su fruto en su tiempo y su hoja no cae, y todo lo que haces prospera.