Mt 4:9: “y le dijo: Todo esto te daré, si postrado me adorares.”
¿Porqué esta necesidad?, ¿de donde vino?, ¿cómo fue que nos hicimos uno con este deseo pernicioso capaz de corromper a todos?.
En el mundo se ha desatado una plaga maligna a la que llamamos reconocimiento.
Décadas atrás este fenómeno solo se veía en las estrellas de cine, televisión, moda y política. Hoy en día el alcance de los medios de comunicación sobrepaso cualquier estimación. La redes sociales tienen atrapadas a millones de personas, incluyendo a niños en un deseo desenfrenado por ser reconocidos.
El que tenga más likes en una publicación es el más exitoso y por consiguiente aceptado. Todo por la falta de identidad que es alimentada por la máquina del rechazo en todas sus formas.
Is 14:13-14: “13 Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; 14 sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo.”
Cuando oigo la palabra reconocimiento lo que viene a mi pensamiento es satanás. Hoy día muchos comparten éste mismo espíritu sin darse cuenta. Este virus entró fuertemente en el cuerpo de Cristo y tiene enfermos a muchos, inclusive hasta la misma representación del nombre de la iglesia y sus denominaciones ante los hombres busca su reconocimiento, este virus produce una enfermedad que se llama «megalomanía espiritual».
Ser reconocido se siente como una droga, produce una sensación de euforia y plenitud momentánea que luego necesitará más y más para mantener ese estado.
2S 17:23: “23 Pero Ahitofel, viendo que no se había seguido su consejo, enalbardó su asno, y se levantó y se fue a su casa a su ciudad; y después de poner su casa en orden, se ahorcó, y así murió, y fue sepultado en el sepulcro de su padre.”
¿Qué más reconocimiento necesita alguien que ha sido adoptado hijo de Dios y coheredero con Cristo, declarado rey, sacerdote y señor de la tierra?, ¡cuánta falta de identidad!
Mientras no sepamos y vivamos lo que somos, entonces seguiremos buscando en el lodo del reconocimiento.