Cuando hablamos en función de promesas y esperanzas, proyectamos la idea de algo que está porvenir, ese porvenir significa que aún no participas de aquello que se prometió e inviertes tu esperanza en ello.
Pensar y hablar desde esa postura ocasionará en nuestra mente subconsciente, temores e inseguridades que son normales en personas que aún no tocan o ven con sus propios ojos lo esperado. Este condicionamiento nos hace incrédulos (faltos de fe) y más aún cuando vivimos en un mundo donde la palabra del hombre no vale nada, ya que muy pocos son los que cumplen lo que prometen haciendo de la esperanza un arma de desaliento.
En las traducciones de la biblia vamos a encontrar muchas veces las palabras promesa y esperanza en sus distintas variantes, esto es una realidad, pero no quiere decir que sea la verdad.
Recordemos y siempre tengamos en cuenta que cualquier traducción de la escritura debe ser escudriñada. La Palabra de Dios es aquella que sale de la boca de Él y es esa la que debemos perseguir hasta alcanzarla.
Esto quizá te parezca un sin sentido, pero Dios no promete ni da esperanza. En esencia Dios “ES”, y lo que Él hace y dice tiene su misma esencia.
Dios habla y se hace, su tiempo es un eterno presente donde las cosas pasadas, presentes y futuras de la dimensión humana quedan subyugadas al “ES” de Dios.
No se puede prometer lo que ya fue, en consecuencia la esperanza carece de validez. En Cristo fueron hechas todas las cosas y Él mismo las sustenta.
Para aquel que ha sido trasladado al Reino, la esperanza no es una palabra bonita que le da ese romanticismo a las cosas espirituales, el que está en el Reino sabe y acepta que Cristo es la esperanza encarnada. Lo que Dios dijo, lo hizo en Cristo.
“En los tiempos de mi abuelo”, así dice la gente, la palabra de un hombre valía y su honor era la garantía de la palabra empeñada. Dios es el más grande caballero que hay. Su Palabra llena de su Espíritu, es en ella misma garantía y sustancia de todo lo que se ve y no se ve.
Cuando estudies las escrituras, mira con atención el significado de las palabras y el espíritu que hay en cada una de ellas, estoy seguro que el Santo Espíritu de Dios te llevará a conocer profundidades reservadas para ti y así compartirás de gracia lo que recibiste de gracia.
La debilidad del cuerpo de Cristo (en camino hacia la perfección) se debe en parte a usar un lenguaje de promesas y esperanzas que está viciado por nuestro propio entendimiento. El cuerpo de Cristo necesita hablar por La Palabra el espíritu de La Palabra. La Palabra de vencedores a los que les fueron sometidas todas las cosas bajo sus pies, vencedores del mundo y sus aflicciones, vencedores de satanás y sus huestes.
¡Tenemos La Palabra y a Cristo, no necesitamos promesas ni esperanzas!. Cristo se defendió con La Palabra ante satanás, el centurión lleno de fe solo necesitaba que Cristo diera La Palabra y esa misma Palabra está escrita en nuestras mentes y en nuestros corazones.