¡Palo e Cochinero!

Si te dijera donde debes enfocarte para apalancar tu vida en Cristo, ¿lo harías?

Que difícil es domar nuestra humanidad, nuestra concupiscencia, nuestra lengua, esa parte de nosotros que hace resistencia al Espíritu de Dios. ¿Solución?, la escritura lo resume tan fácil cuando en una sola frase dice: “dominio propio”.

De un plumazo, con solo dos palabras el autor de 2da de Timoteo nos hace sentir tan bajos, tan impíos. Pero bueno, no hablo de usted amigo lector, a usted no le pasan esas cosas, estoy hablando de mi, así que no tiene razones para ofenderse.

Nuestro gran mal es la ausencia de Dios, es decir ausencia de amor, es decir la impiedad. Pero es aquí, tan cerca de nosotros que está la solución para todos los males enquistados en nuestro ser:

¡A  M  O  R!

El único amor verdadero es Dios, todo lo demás son manifestaciones de ese amor, aquí está la clave, aquí está el palo é cochinero con el cual Jesucristo venció al mundo y su príncipe. Y aquí está la clave para que nosotros también podamos vencer en Cristo.

Si hacemos una profunda reflexión de esta verdad, entonces hallaremos la solución a todos los males del Ego, del orgullo, la falsa dignidad, la dureza del corazón, etc.

¡El dominio propio es el ejercicio pleno del amor!, del único amor, esto debe ser bien claro, no confundas el “amor” de una madre hacia su hijo o cualquier otra forma o manifestación de cariño y afecto que practica el ser humano con el amor de Dios.

La escritura dice que el amor no busca lo suyo, veamos que tan poderosa es esta verdad. Si no buscas lo tuyo es porque ya estás en Cristo, es decir lo tienes todo, Él completa todas las cosas, entonces el buscar pierde sentido porque no hay nada fuera de Jesucristo, luego procuraras que los demás encuentren a Cristo y se sumerjan en Él.

La jactancia es tan erosiva y corrosiva a la vez, es el infame reflejo de un corazón lleno de altivez. Pero si practicas el amor de Dios no habrá espacio para ser jactancioso.

La envidia y el envanecimiento son resultados de una conciencia cauterizada, de un espíritu pobre, anémico por no comer del árbol de la vida. Pero si practicas el amor de Dios el espíritu se vivifica, la conciencia se sensibiliza y el entendimiento se renueva y se transforma, desapareciendo con ello la envidia y la vanagloria.

Cultivar constantemente el amor de Dios y practicarlo (regarlo) todos los días te hará gozar de la cosecha de los frutos espirituales que alejan la impiedad.

Donde se practica el amor de Dios el temor y el rencor no pueden asirse, no pueden fructificar, solo les queda dar paso a la valentía y el perdón

Hoy, la invitación es a profundizar en el amor de Dios, en qué consiste, que lo forma y como nos llenamos de Él.

Jesucristo venció en la cruz del calvario y nos habilitó un arma terrible para destruir cualquier maquinación del enemigo, nos dio un palo e cochinero llamado ¡Amor!.

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