1Co 13:9: “Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos;”
Muchos de nuestros errores como ministros y siervos fueron causados por dejarnos llevar ciegamente por la palabra de un hombre de Dios, sea este Moisés, Samuel, Isaías, Pablo, Pedro, Juan o hasta nuestros pastores y tutores ministeriales.
Únicamente la palabra de Jesús es fiel y verdadera, sacada del pensamiento de Dios, Él es el Logos, Él es la palabra. Hoy más que nunca debemos prestar total atención a las palabras escritas en rojo en los cuatro primeros libros del nuevo pacto. Ese es el evangelio del Reino, allí no hay conocimiento de hombre, todas son palabras proferidas directamente de la boca de Dios.
Las palabras de Cristo vinieron a completar la idea, propósito y el destino que Dios estableció para el hombre.
Es muy cierto que toda la escritura es útil, aún así, esto no significa que toda la escritura es de Dios (herejía, herejía, herejía). Hasta la última tilde se cumplirá de la palabra que fue colocada en nuestra mente y corazón por el mismo Dios.
La escritura contiene la palabra de Dios y también contiene otras cosas. Pablo recomienda la soltería y aclara que no es Logos de Dios, también manda a que se tome vino en caso de dolor de estómago, sabemos que esto es una práctica cultural de su tiempo y para una aplicación específica, no son ejemplos de Logos y están en la escritura, y así podríamos encontrar más ejemplos.
Jesucristo tocó leprosos, mujeres con flujo de sangre y se relacionaba con hombres a los que los fariseos nunca aceptarían; ministraba a los enfermos y oprimidos en días de reposo, se enfrentó a los suyos por causa de una mujer adúltera y pare de contar. Éste es un mensaje claro del Cristo, los hombres estaban haciendo mal uso de la ley de Moisés, habían sacado el amor de esa ley. Lo habían sacado a Él de esa ley.
Decir una herejía no debe ser condenado en el acto, no demuestra prudencia a la hora de manejar los asuntos de la obra de Dios. Debe hacerse una revisión a la luz de la palabra, en presencia del espíritu santo y también sería muy bueno pedir la confirmación al mismo Espíritu sobre el caso en particular.
Jesucristo advirtió varias veces diciendo: “Oísteis que fue dicho …; pero Yo os digo que …”. Jesús inquiría a los fariseos a causa de la ley de Moisés, les decía que atan cargas pesadas y difíciles de llevar a los hombres y los llamaba hipócritas.
Decir que no toda la escritura dispuesta en los 66 libros es de Dios, puede ser considerada por muchos como una herejía. Quiero compartir con ustedes un pensamiento que le he escuchado a varios ministros y que también comparto: “cuando el Logos lo recibe un vaso sucio, el riesgo de contaminar ese Logos es alto”. Esto significa que podemos hablar algo que recibimos de parte de Dios y contaminarlo con nuestros sentimientos y emociones no sujetos al espíritu.
Una mala práctica en la que todos caímos alguna vez, fue el no cuestionar con entereza lo viejo que recibimos de nuestros pastores y maestros cuando fue nuevo para nosotros, y hora cuestionamos lo nuevo que oímos de otros sin haber hecho una revisión responsable del conocimiento viejo que hemos creído como una verdad inmutable.
Por eso la escritura nos manda a escudriñarla, discernirla y pesar los espíritus (intenciones) con que se aplica. Somos extremadamente propensos a generalizar una palabra bíblica que se dió para un grupo y contexto cultural específico, y esto no implica que pierda vigencia.
Hemos enseñado iglesia y salvación, dejando de lado el tema central que es Jesús y el Reino. Colocamos tantos adornos a la palabra iglesia, que se han generado tantas variantes (denominaciones) para poder lucir tantos adornos inventados.
Si nos centramos en Cristo, el Espíritu Santo hará el resto, dejaremos de decir: “el evangelio” y empezaremos a decir “el evangelio del Reino”.
Si las denominaciones no pierden fuerza y desaparecen, entonces terminarán por ser las que persigan a muerte a los llamados a gobernar en el Reino (la verdadera iglesia).
Un principio del Reino es que todos los días es el séptimo día, es el día de reposo. Dios le ha mostrado al hombre que es sus 6 días (número de hombre) nada puede hacer, que es en el séptimo día y siete vueltas que las murallas caen, que es en la séptima inmersión que la lepra es quitada y que es la séptima tinaja la que transforma en vino nuevo las otras seis.
Caminemos en el séptimo día todos nuestros días y veremos al Señor glorificándose en la obra de sus manos todos esos días, caminemos en el reposo de Jehová.