¿La mujer puede pastorear?, ¿las parejas que viven en concubinato deben casarse para poder bautizarse?, ¿escribe mi nombre en el libro de la vida?, ¿solamente los bautizados pueden participar de la santa cena?, ¿aún hay apóstoles y profetas?, ¿bajo la ley o bajo la gracia?, ¿el diezmo está vigente?, ¿nos debemos congregar el sábado o el domingo?, ¿se debe llevar el velo para las mujeres?, ¿los pantalones son sólo para hombres?, ¿la salvación se puede perder o no?, ¿si no se la hace el novenario al muerto se va para el infierno?
¿Cuántas diferencias, cuántas discrepancias, cuántas doctrinas?, si la sana, la que no es sana, la medio sana, las iglesias conservadoras, las liberales, las metodistas, pentecostales, apostólicas, anglicanas, luteranas, cristianas, católicas, de Pablo, de Apolos, de Cefas, de Cristo.
Esto es una pequeña muestra de los tantos razonamientos que hasta el día de hoy han logrado eficientemente una sola cosa, y es mantener dividida lo que hemos llamado iglesia.
Las redes sociales y el internet están llenos de opiniones de ministros con reconocimiento o no, que hacen la provisión de la leña que mantiene encendido el fuego de la división, buscando el protagonismo propio y no el de Cristo en algunos casos.
Antes de la caída de Adán, nadie se preocupaba por si estaba bautizado o circuncidado, si era católico o musulmán, si la varona se sujetaba o no al varón, si el sábado había ayuno congregacional, o si se me olvidó prenderle la velita a san Antonio, no habían religiones, ni concilios, ni papas.
Antes de la caída del hombre había una sola cosa, unidad. El varón era uno con la varona (hueso de mi hueso y carne de mi carne), y Dios le mostraría al hombre que ese era su propósito, ser uno con Dios como lo dijo Jesucristo en Juan 17:21. Antes de la caída de Adán había un Rey en la figura de reino (Dios) y un gobierno (la iglesia) en la figura del hombre y la mujer.
Sin unidad no hay reino y sin reino la iglesia no tiene propósito. Los hombres han hecho sus propios reinos y sus propias iglesias.
Jesucristo nos enseñó el modelo, primero el arrepentimiento y la llenura del hombre por el Espíritu, luego establecer el reino de los cielos en la tierra y finalmente enviar a los discípulos como iglesia (ente de gobierno), para extender el reino de los cielos a toda la tierra.
Debo confesar que me da pena toda esta situación de división, por eso y otras tantas cosas, mucha gente a dejado de creer en Dios y sus ministros.
Soy de los que cree que en las escrituras está contenida la palabra de Dios, también creo que su palabra está en nuestra mente y en nuestro corazón, y tengo la certeza que Dios mismo es nuestro principal maestro. (ver Jeremías 31:33-34 y también Isaías 30:21-21).
Ver la escritura en un sentido más amplio podría ayudarnos a entender el propósito divino.
Dios crea todas las cosas que vemos y no vemos por Cristo y para Cristo, y en Él todas las cosas están contenidas. Dios creó al hombre (varón y varona) con su imagen y semejanza, dándoles instrucciones precisas. Adán y Eva eran uno, había reino y el gran Rey venía en las tardes a encontrarse con ellos.
El hombre cae (no cae Eva, caen los dos) porque el propósito de Dios es que conocieran la unidad y caminarán en unidad, pero la frase: “ la mujer que me diste”, fue el fundamento del mundo que le abría los brazos al hombre para darle la bienvenida, mientras le eran cerradas las puertas del Reino.
Dios nos dejó un recordatorio en la espada encendida que se revolvía por todos lados como señal para aquel que quisiera volver al reino. El precio de entrar era la muerte del hombre por causa del propósito divino. La espada nos haría sangrar para que muriendo al mundo, obtuviéramos la vida eterna en Cristo.
Luego Dios le enseñaría a un escogido (la nación de Israel), como salir del mundo y entrar nuevamente en el reino, no sin espada, que había sido preparado para ese pueblo, mientras llegaba el cumplimiento del tiempo para darle sello de legalidad a todas las cosas. Cristo vino con ese fin, rescatar lo que se había perdido en el mundo para darle la re-entrada a lo restituido, a lo redimido, a lo renovado, al reino.
Después se dio comienzo a una obra titánica, la de llevar ese reino a los cuatro rincones de la tierra, a los gentiles, a fin de esperar la segunda venida de Cristo.
Jesucristo restablecerá el orden en la tierra, cuando haya colocar todos su enemigos por el estrado de sus pies, y la verdadera y unida iglesia tiene un papel fundamental en este punto.
La escritura nos sigue dando señales de estos tiempos por venir hasta que llegue el fin de todas las cosas.
Todo aquello que desvía la atención del mensaje central de Cristo es engaño, son mentiras mezcladas con verdades, todo lo que desvíe el enfoque del reino es anticristo. El mundo tiene su príncipe y él está sentado en su trono de corrupción, tomando el lugar del Dios y por no despertar no nos damos cuenta, una iglesia dividida es una iglesia dormida. Bien dice la escritura que hasta los escogidos serán engañados, Mateo 24:24.
El propósito de las tinieblas es evitar que nos arrepintamos. Los no arrepentidos llevarán la señal del anticristo, nunca pusieron a Dios en el trono, sino que se colocaron ellos en lugar de Dios; colocaron sus ídolos, sus trabajos, sus familias, sus cónyuges , sus hijos, sus riquezas, sus sueños, sus anhelos como centro de sus vidas, porque nunca esa vida se la dieron a Dios.
Debemos revisar lo que estamos haciendo y hacernos propicios a la unidad de aquellos que buscan la justicia, no estoy hablando de ecumenismo, estoy hablando de “arrepiéntanse, porque el reino de los cielos se ha acercado “, Mateo 4:17.
Este escrito seguramente generará división, muchos no estarán de acuerdo con estas palabras, es válido, la verdad es Cristo. Sólo los frutos podrán mostrar la veracidad de este planteamiento. Mi intención no es dividir, el propósito de ésta enseñanza es llamar a la reflexión para que hagamos bien las cosas, no ha nuestra manera, a la manera de Cristo.