Ovejas o Gobernantes

Oro, plata, bronce, hierro y barro con hierro. Nada resiste la piedra que fué lanzada...

Daniel 2:38-44 muestra como es la relación de los gobiernos de la tierra y la Iglesia de Cristo. Los gobiernos de las naciones responden a un sistema corrupto llamado mundo.

El sueño de Nabucodonosor es claro, los gobiernos de los hombres se erigen orgullosos de su poder y la gran mayoría de ellos se mantienen ajenos a la verdad espiritual que aconteció desde los días que Jesucristo pisó está tierra. La verdad espiritual de un Reino que llenará toda la tierra para gobernar en una nueva tierra y en un nuevo cielo, y no bajo el sistema actual del mundo.

¿Pero mientras tanto qué?

Desde que Cristo ascendió, dejó su cuerpo de gobierno establecido para llenar la tierra, desde entonces la lucha espiritual es más intensa que nunca, usando armas poderosas del mismo orden espiritual. El campo de batalla es el corazón del hombre, porque lo que se juega es la vida de aquellos escogidos que darán cumplimiento al plan divino. El Reino de los Cielos no tiene nada que ver con el sistema corrupto del mundo.

Ef 6:12: “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.”

2Co 10:4: “porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas,”

El gobierno del Reino de los Cielos descansa sobre la Iglesia (cuerpo), cuya cabeza es Cristo como Señor y Rey.

La lucha no es para colocar “hombres de Dios” en el gobierno, o en posiciones de liderazgo en las distintas esferas del poder terrenal. La lucha es transformar el corazón de hombres cuya imagen sea la de Jesucristo a través del testimonio de sus hermanos.

José el hijo de Jacob y el profeta Daniel, son claros ejemplos de como opera el Reino de Dios en los hombres, ambos llegaron por causas fortuitas a reinos distintos a los suyos y ambos hicieron resplandecer el poder y la Majestad de Dios. Ellos no fueron a esos reinos a buscar posiciones de autoridad, fue su testimonio el que hizo la distinción.

La Iglesia no negocia, no le sirve a gobiernos, la Iglesia le sirve a hombres arrepentidos, la Iglesia no acepta dádivas de gobiernos terrenales, la Iglesia acepta dádivas de hombres con corazón recto que buscan agradar al Dios de los cielos por amor, temor y agradeciendo. La Iglesia no necesita hacerse parte de actos políticos para ser usada como instrumento de intereses corruptos. La Iglesia no debe ser cómplice de ningún gobierno de la tierra.

La Iglesia no necesita ser reconocida por gobiernos terrenales, la Iglesia como gobierno del Reino debe ser reconocida en los corazones de los hombres. La Iglesia es supra-terrenal para así servir a lo terrenal y espiritual.

En la Iglesia no se forman creyentes que se van para el cielo, se forman los futuros gobernantes de la nueva Jerusalén, personas 10 veces mejores en sabiduría, capaces de dar una palabra de poder que liberte, sane y alimente a los actuales cautivos de Babilonia.

Cómo ministros debemos tener claro que no solo formamos ovejas mansas que aceptan la voluntad del Señor, formamos también leones con la imagen de Cristo, personas preparados para toda buena obra en la que se requiera arrebatar lo que es de Dios, personas que deben educarse de forma integral con énfasis en lo espiritual.

La imagen de iglesia de los domingos con pastores y ovejas debe quedar atrás. La imagen de Iglesia (asamblea de gobierno) del Reino con reyes y sacerdotes que son verdaderos hijos de Dios en espíritu y verdad es la que prevalecerá en los días malos que han sido profetizados por la palabra de Dios.

La red (Evangelio) es lanzada, los peces (hombres y mujeres) son tomados del mar (mundo), se descartan los que no sirven al propósito del Reino y entonces se hace bonanza (Justicia).

Dad al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios, craso error intentar mezclar la realidad con la verdad, al mundo lo mueve la realidad, a los hijos nos mueve la verdad.

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