No quedará piedra sobre piedra

Estableciendo el Reino a través del gobierno de la iglesia: "Venga a nosotros tu reino"

     Lucas 19:41-44 dice: «Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella, diciendo: ¡Oh, si también tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz! Mas ahora está encubierto de tus ojos. Porque vendrán días sobre ti, cuando tus enemigos te rodearán con vallado, y te sitiarán, y por todas partes te estrecharán, y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación».

Una terrible advertencia nos hace el Señor Jesucristo; el templo de Jerusalén se había convertido en el monumento más grande de la ley de Moisés. Ésta ley terminó siendo la justificación perfecta para rechazar al hijo del hombre y llevarlo a la cruz.

Esta advertencia acaricia todos los días las mejillas de los que andan por la ley; es necesario que hagamos la pregunta: ¿Cuál es esa ley?. Imagina lo siguiente, la propia ley inspirada por Dios que fue entregada a Moisés terminó siendo una enorme piedra de tropiezo para el pueblo escogido por Dios, Juan 1:11 dice: «a lo suyo vino, y los suyos no le recibieron», si somos capaces de hacer de un instrumento de Dios una maldición, entonces: ¿Cuánto más las leyes que nosotros mismos no inventamos a manera de tradiciones, esquemas y doctrinas supuestamente inspiradas?, con ellas le hemos dado forma a un templo alternativo que se llama religiosidad y legalismo, ajustado a Dios al tamaño de nuestras justificaciones.

Era necesario que no quedara piedra sobre piedra. Mientras existiera el templo, a los Judíos les sería muy difícil aceptar que participaron en la muerte de su mesías y seguirían esclavizados a una ley que ninguno podía cumplir.

Mira lo que dice 1Timoteo 1:9a: «conociendo esto, que la ley no fue dada para el justo«.

Hoy tenemos una tarea pendiente por hacer para transitar por el camino del Reino que se acercó y que ya es, estoy hablando del camino del gobierno de la iglesia, ya no como sombra de lo que vendría, sino como la esposa, esa nueva Jerusalén  que unida a su Esposo gobiernan bajo el nuevo cielo y la nueva tierra.

Esta tarea no es otra que derribar el templo de la ley de doctrinas humanas, ley de tradiciones, ley de esquemas y ley de engaños y manipulaciones de propios y extraños, para que no quede piedra sobre piedra que nos impida operar en la única ley de Dios en amor como parte de su gracia. No cometamos el error de no reconocer el tiempo de nuestra visitación.

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