Los cuatro jinetes del Apocalipsis

Salvemos a la iglesia de nosotros mismos...

     Queridos hermanos y hermanas, hoy nos adentraremos en una enseñanza que desafía las interpretaciones tradicionales sobre los Cuatro Jinetes del Apocalipsis.

Uno de los grandes males de los que hemos sido protagonistas, es el de descontextualizar el texto sagrado a un punto tal, dónde sólo buscamos lo sensacional, lo oscuro y hasta lo místico; porque eso es lo que vende, lo que llama la atención de la gente común y sobre todo del pueblo de Dios.

 Es crucial entender que el primer jinete, montado en un caballo blanco, no es el anticristo, sino Jesucristo mismo, liderando el juicio sobre la Israel apóstata que lo crucificó.

En Apocalipsis 6:1-2, leemos: “Y vi cuando el Cordero abrió uno de los sellos, y oí a uno de los cuatro seres vivientes decir como con voz de trueno: Ven y mira. Y miré, y he aquí un caballo blanco; y el que lo montaba tenía un arco; y le fue dada una corona, y salió venciendo y para vencer.”

A lo largo de las Escrituras, el color blanco simboliza pureza y justicia. Jesucristo, el Cordero de Dios, es el único digno de montar un caballo blanco, representando su victoria y pureza.

La corona es un símbolo de autoridad y realeza. En el Nuevo Testamento, Jesucristo es repetidamente descrito como el Rey de Reyes, el único digno de recibir la corona de la victoria.

Aunque el arco no es comúnmente asociado con Cristo en el Nuevo Testamento, en el Antiguo Testamento, el arco es un símbolo de fuerza y poder divino. En Habacuc 3:9, se menciona: “Se descubrió enteramente tu arco; los juramentos a las tribus fueron palabra segura. Selah. Hendiste la tierra con ríos”. Aquí, el arco representa el poder de Dios para ejecutar juicio y justicia.

El término “anticristo” no aparece en el libro de Apocalipsis, sino en las cartas de Juan (1 Juan 2:18, 22; 4:3; 2 Juan 7). En estas cartas, el anticristo se describe no como una figura singular y futura, sino como un espíritu de herejía y apostasía que surgió desde dentro de la iglesia para engañar y apartar a los creyentes de la verdadera fe en Jesucristo.

El prefijo «anti» en griego no solo significa “opuesto a”, sino también “en lugar de”. Por lo tanto, anticristo es inspiración corrupta que toma cualquier persona o enseñanza que intenta reemplazar las doctrinas de Cristo. Juan advierte que muchos anticristos ya han surgido, indicando que este espíritu de engaño ha estado presente desde los tiempos de la iglesia primitiva, y sigue activo hoy en día.

Es importante no confundir al anticristo con la figura de la bestia en Apocalipsis. Mientras que la bestia representó el poder imperial de Roma, encabezado por el emperador Nerón, el anticristo es un espíritu que corrompe la iglesia desde adentro, promoviendo falsas enseñanzas y desviando a los creyentes. Esta distinción es crucial para evitar el desconcierto y el terror innecesario en la iglesia actual.

Muchos han interpretado al primer jinete como el Anticristo, basándose en la idea de que él vendría a engañar y conquistar. Sin embargo, esta interpretación no se sostiene cuando examinamos el contexto de las escrituras.

Los otros tres jinetes del Apocalipsis representan diferentes formas de juicio que Dios trajo sobre la Israel apóstata del siglo primero, similar a las plagas que Jehová trajo sobre Egipto en el éxodo.

Y salió otro caballo, bermejo; y al que lo montaba le fue dado poder de quitar de la tierra la paz, y que se matasen unos a otros; y se le dio una gran espada” (Apocalipsis 6:4). Así como la plaga de la muerte de los primogénitos trajo gran luto y conflicto en Egipto, este jinete trajo guerra y conflicto, despojando a los judíos de su tierra.

 “Y miré, y he aquí un caballo negro; y el que lo montaba tenía una balanza en la mano. Y oí una voz en medio de los cuatro seres vivientes, que decía: Dos libras de trigo por un denario, y seis libras de cebada por un denario; pero no dañes el aceite ni el vino” (Apocalipsis 6:5-6). La plaga de la langosta devoró toda la vegetación en Egipto, causando hambre y escasez. De manera similar, este jinete trajo hambre y escasez como nunca, ante los fuertes sitios que padeció Jerusalén en sus últimos momentos por los ejércitos que la rodearon.

Y miré, y he aquí un caballo amarillo; y el que lo montaba tenía por nombre Muerte, y el Hades le seguía; y le fue dada potestad sobre la cuarta parte de la tierra, para matar con espada, con hambre, con mortandad, y con las fieras de la tierra” (Apocalipsis 6:8). La plaga de la muerte de los primogénitos trajo muerte a cada hogar egipcio. Este jinete trajo muerte y destrucción por enfermedades a una escala masiva, en los últimos años de la Jerusalén que fue destruida.

Todo esto fue la gran tribulación anunciada por el mismo Jesucristo en el capítulo 24 del libro de Mateo.

Las interpretaciones erróneas de los Cuatro Jinetes del Apocalipsis han sembrado desconcierto y terror tanto en el mundo como en la iglesia de Jesucristo en los últimos dos siglos. Es esencial corregir estas interpretaciones para que podamos entender el verdadero mensaje de juicio y justicia que Él trajo ante esa nación adúltera para ese momento de la historia.

La idea de que los jinetes representan un terror futuro para el mundo impío ha llevado a muchos a vivir en miedo constante. Sin embargo, estos jinetes fueron el vehículo espiritual con el cual la Israel del primer siglo fue atacada hasta que sólo quedó destrucción durante el año 70 d.C.

Al entender que estos jinetes representaron el juicio de Dios sobre la Israel apóstata, podemos ver la justicia divina en acción y encontrar esperanza en la soberanía de Dios. Este entendimiento nos libera del miedo y nos permite vivir con confianza en la justicia y el amor de Dios.

Es vital que como iglesia reexaminemos nuestras interpretaciones a la luz de las Escrituras. El primer jinete del Apocalipsis no es el Anticristo, sino Jesucristo, el Rey de Reyes, quien vino ejecutando juicio y justicia. Los otros tres jinetes representan formas de juicio que Dios trajo sobre la Israel apóstata de ese momento.

Que esta enseñanza nos inspire a buscar siempre la verdad en la Palabra de Dios y a reconocer a Jesucristo como el verdadero vencedor. Al entender esto, podemos apreciar más profundamente la soberanía y la justicia de nuestro Señor, y vivir con esperanza y confianza en su amor.

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