Gn 1:26: “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra.”
Gn 2:5: “y toda planta del campo antes que fuese en la tierra, y toda hierba del campo antes que naciese; porque Jehová Dios aún no había hecho llover sobre la tierra, ni había hombre para que labrase la tierra”.
Gn 2:15: “Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase.”
Gn 3:23: “Y lo sacó Jehová del huerto del Edén, para que labrase la tierra de que fue tomado.”
Los versículos anteriores no son meras palabras que escribió un hombre inspirado por el Espíritu de Dios. Son fundamentos que sustentan la presencia del hombre en la tierra.
Quiero compartir contigo los principios y propósitos que puedo derivar de estos versículos:
1. Los propósitos de Dios no cambian, como Él tampoco cambia.
2. La tierra fue creada para ser el lugar físico de residencia del hombre.
3. El hombre es el responsable por servir y cuidar la tierra.
4. El hombre no puede evadir esta responsabilidad, esté dentro o fuera del Reino, viviendo en bendición o en maldición, perteneciendo a la iglesia o al mundo.
5. El hombre fue predestinado, diseñado y plantado en la tierra como imagen de Dios, para ejercer mayordomía a semejanza de Él en los cielos.
Adoración puede definirse de muchas formas según varían los pensamientos del hombre, aquí les comparto esta:
“Adoración es el acto de servir a Dios”
Cada aspecto de la vida del hombre debería estar enmarcado bajo esta definición.
La tierra no tenía quien la sirviera (labre), el huerto plantado por Dios en Edén necesitaba de un hombre que le sirva (lo labre y lo cuide), y finalmente la tierra fuera del Edén también necesitaba un hombre que le sirviera (labrara).
Cuándo Jesús y la mujer samaritana se encontraron en el pozo de Jacob, hubo un momento en que la mujer le dijo: “Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que es en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar”, Jn4:20, y cuál fue la frase que dijo Jesús en respuesta a la afirmación de la mujer: “Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo que no sabéis”, Jn 4:21-22a.
Hasta nuestros días vamos sin entendimiento en la búsqueda de un Dios y Padre al que percibimos esquivo en la solución de “nuestros problemas y necesidades”. La clave a este errado razonamiento la comparte Jesucristo cuando le dijo a la mujer: “Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren”, Jn 4:23.
¿Cómo buscar y encontrar a alguien que es omnipresente?, no tiene sentido. Servimos sin entendimiento, buscando siempre obtener un beneficio a cambio que termina separándonos del amor, porque el verdadero amor nunca busca lo suyo.
En estos versículos la palabra adorar se repite una y otra vez, la razón la podemos encontrar en la frase: “el Padre tales adoradores busca que le adoren”, si atamos esto con el razonamiento de los versículos del Génesis, podríamos llegar a la siguiente conjetura: el hombre que busca servirle a Dios, haciendo todas las cosas como para Él, será buscado por ese mismo Dios para que estén juntos en la unidad de su Espíritu.
Y estar unidos a Dios es la justicia que Cristo siempre pidió en oración al Padre.
En nuestro español, las palabras labrar, servir y adorar tienen distintos significados, pero en hebreo no, la palabra hebrea abád se usa para definir a esas tres palabras. Así que cuando estás labrando la tierra estás adorando a Dios, y cuando sirves a tu prójimo, estás adorando a Dios.
Mt 25:40: “Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.”
Prepárate amado, cuando adores en espíritu y verdad, el Dios de los cielos te buscará y encontrará, y su favor estará contigo todos los días de tu vida.