¿La salvación se pierde?

Serie: Aprendiendo la obediencia. ¿Se puede perder Jesucristo?. No. Entonces la salvación no se pierde, si hay algo que se pierde somos nosotros.

     Esta pregunta, aunque parece importante, se ha vuelto necia tanto para quien la formula como para quien la responde. ¿Se puede perder a Jesucristo? No. Entonces, la salvación no se pierde; lo que se pierde somos nosotros.

El nombre de Jesús significa “Salvador”, mientras que Emmanuel se traduce como “Dios con nosotros”. Este último es otro nombre con el que las Escrituras se refieren al Mesías. Al relacionar estos dos significados, podemos afirmar que Jesús es el lugar donde Dios y la humanidad se encuentran como uno solo. Jesucristo personificó y encarnó el significado de su nombre; Él es el tabernáculo donde Dios y los hombres pueden unirse en perfecta armonía.

Así que, la salvación es Cristo y todo lo que está en Él es salvo. Fuera de Cristo no hay salvación.

El hombre, en su egoísmo y amor propio, se preocupa más por saberse salvo que por hacer la voluntad de Dios. Aquí radica el error del pensamiento egocéntrico del hombre. Dios quiere que hagamos su voluntad, no que nos portemos bien para guardar una mal entendida salvación. Lamentablemente, ese es el mensaje que se ha transmitido a la iglesia.

Todo el Antiguo Testamento está lleno de versículos que nos exhortan a hacer la voluntad de Dios. Uno de ellos es Miqueas 6:8, que dice: “Oh hombre, Él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, amar misericordia y humillarte ante tu Dios.”

Hombre y mujer que lees estas líneas, la salvación sin justicia no existe. Parte de la justicia que Jesús cumplió fue hacerse nuestro tabernáculo, y ahora nos toca a nosotros hacer nuestra parte de la justicia, haciendo su voluntad por encima de la nuestra.

Debemos reconocer que hemos abusado del versículo Juan 3:16, que dice: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.”

La salvación, como se nos ha enseñado, no consiste en salvar el pellejo, algo a lo que Nicodemo le dio más peso. La salvación de la que habla Jesucristo está claramente definida en el contexto de todo el capítulo 3 de Juan, y no solo en el versículo 16 que sacamos de contexto. Jesucristo está confrontando a Nicodemo con la entrada al Reino de los Cielos como nueva criatura, naciendo de nuevo. Esos son los términos de su salvación, no portarse bien para no perdernos, ni confesando con la boca que Él es el Señor.

Mateo 7:21-23 dice: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.”

¿Cómo sabes que has nacido de nuevo? Cuando tu voluntad pasa a un segundo lugar para hacer la voluntad de Dios, y eso es aprender la obediencia como Cristo lo hizo.

El salvo es una persona que pasa su vida haciendo justicia, y no una que “cuida” por conveniencia lo que otro hizo.

 

 

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