El conflicto de Jonathan…

Dios es leal a su palabra...

Mt 6:24: “Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.”

En el contexto del capítulo seis de Mateo, el Señor Jesucristo está hablando de definición, Él nos insta a definirnos para dejar así la ambigüedad y la indecisión. 

  Él nos devolvió la libertad para que podamos elegir con responsabilidad cuál camino seguir. Y esto no tiene que ver con el mal llamado «libre albedrío».

¿A quién debemos servir, a Dios o a las riquezas, a Dios o al hombre?. 

 La diatriba de ser leal a Dios o al hombre nos ha llevado siempre a caer en conflicto, sobre todo a aquel que ha sido llamado a la obra del ministerio.

El deber de un hijo es ser leal a su padre. Bueno; eso es lo que la lógica humana vería como correcto. ¿Quién podría negar que Jonathan se mantuvo al lado de su padre hasta el final?, ahora bien, ¿podemos llamar a esto lealtad y fidelidad?. ¿Cuál fue el pago de Jonathan por seguir a su padre hasta el final?. 

El final de Jonathan fue triste, murió junto con sus hermanos a manos de los filisteos por seguir una CAUSA PERDIDA“, por unirse a un despropósito”. Jonathan desobedeció la orden de su padre de matar a David, y sabiendo que su padre ya no contaba con el favor de Dios, aún así lo siguió. 

Jonathan fue -de alguna manera- ambiguo, o por lo menos, permitió que sus sentimientos no le permitieran decidir correctamente, no se alineó a la perfecta voluntad de Dios.

  Dios es leal a su palabra, Él es fiel al propósito de lo que ha dicho. La lealtad de Dios no se basa en la relación que pueda tener con algún hombre.

  Éste es el principio correcto en el cuál todos aquellos que estamos en Cristo debemos caminar.

Debemos ser verdaderamente leales al propósito divino, todo lo demás es la real deslealtad, no importando como lo quieras llamar; hacer ver o disfrazar. Si caminas dentro del propósito divino, entonces y solo entonces serás contado entre los leales a Jehová.

  Si Dios te da una palabra (toda palabra suya lleva propósito) y si esa palabra ha sido suficientemente confirmada, ¿cuál es tu deber?. 

  Aquel que ha recibido una palabra de Dios debe ser diligente en darle cumplimiento según los estándares del Reino.

  Ningún hombre, ministerio o denominación debería ser obstáculo para que esa palabra se cumpla, porque a la verdad, serán puestos a un lado, serán cortados los que recibieron y no cumplieron, y también los que pusieron obstáculos al propósito divino. Así fueron cortados Jonathan y su padre el rey Saúl.

Los sentimientos y las emociones humanas se convierten en estorbo para el cumplimiento del propósito divino, ésto por supuesto, cuando no se está sujeto al orden espiritual; y en lugar de ser aliados del de su palabra, se convertir en malos consejeros de lo bueno.

En algún momento de nuestra vida saldrá Jesucristo a nuestro encuentro, y tendremos que definirnos como lo hizo Pablo.

  Pablo tuvo que ir en contra de sus creencias y de las autoridades del fariseísmo para caminar en el perfecto propósito de Dios y hacer su voluntad, él cambió su manera de pensar.

  ¿Fue Pablo desleal con sus autoridades?, ¿fue Pablo desleal a sus convicciones y principios?.

La respuesta es no, solo se puede ser desleal al propósito divino.

 «Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres» Hechos 5:29.

En conclusión, cada uno de nosotros es responsable de hacer que se cumpla la palabra que ha recibido de parte de Dios. 

  Deseo en Cristo Jesús que estas líneas arrojen luz en tu caminar de fe, y que avances cada día con mayor firmeza, desechando toda ambigüedad y toda indecisión, que la incertidumbre sea quitada de tu vida y que obtengas la victoria en el poderoso nombre de Jesús.

Amén.

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