Creyentes incrédulos

Lepra espiritual, más común de lo que parece…

     Un creyente es aquel que tiene convicción y acepta el pensamiento que tiene como una verdad.

     Un incrédulo es todo lo contrario al anterior, es eunuco en confianza.

     Un creyente incrédulo lo podemos ver reflejado en Mateo 15:8 cuando dice: «Este pueblo de labios me honra; mas su corazón está lejos de mí.»

     La incredulidad es consecuencia de una vida donde no queda resquicio de identidad. La identidad va de la mano con la confianza y ambos se desarrollan en la misma proporción. El creyente incrédulo en su mayoría, refleja la total o parcial falta de imagen paterna en su vida.

     Otra fuente en donde se alimenta la incredulidad es de las malas experiencias con el prójimo: sus errores, faltas y deslealtades, harán que juzguemos mal a los hombres y en consecuencia terminamos pesando a Dios desde nuestro pobre fundamento humano.

     Por último, es difícil creer en aquello que no conocemos. En consecuencia, nuestra falta de conocimiento de quién es Dios y su participación en el propósito divino, siembran semillas de dudas que traen tinieblas a muestras vidas y tienen como propósito mantenernos atados.

     El creyente incrédulo todo lo razona, es desobediente, es idólatra por hacer a Dios a la medida de su desdibujada imagen, todo es casualidad o suerte, nunca es misericordia o gracia, tiene que ver para creer y aún viendo se resiste, mira la biblia como un libro más, Dios es su último recurso antes los problemas como si fuera la menos efectiva de sus habilidades para resolver situaciones adversas, vive sin esperanza confiando solamente en si mismo, finalmente es perverso y duro de corazón

     La consecuencias de vivir en incredulidad son fatídicas, quita o dificulta el acceso a los milagros, cierra los ojos a la verdad, la revelación que excluida en el incrédulo, la lejanía de Dios crece cada día, y te hace caer de la gracia. La incredulidad es el cáncer del creyente, te consume poco a poco hasta hacerse metástasis.

     Por otro lado la vacuna contra este cáncer es la fe, pero no debemos confundir esta fe con nuestra fe, la cuál está fundamentada en nuestras capacidades y talentos. Esa fe no vale de nada, con ella solo se obtiene vanidad.

     Naaman se sumergió seis veces en el Jordán para limpiarse la lepra y no fue sino hasta la séptima inmersión que quedó libre de la enfermedad. Las murallas de Jericó no fueron cayendo poco a poco a medida que Israel le daba vueltas durante seis días a la ciudad, las murallas cayeron todas al séptimo día en la séptima vuelta.

     Dios nos quiere decir que con nuestra fe (la fe del hombre, la fe del seis, número del hombre) no podremos realizarnos en el propósito divino. Es con la medida de su fe, la cual nos dió, con la que podremos cumplir nuestra asignación.

     Para aprender a usar la fe de Dios, tendrás que hacerte propicio y restaurar tu relación con Él a través de Jesucristo, llamarlo no solamente Dios, sino también Padre, dándole a esa palabra su justa dimensión y significado.

La incredulidad es lepra espiritual…

Enseñanzas Recientes

También puede leer algunas de nuestras otras enseñanzas.

Contacto

Ministerios de La Gracia – Todos los Derechos Reservados.