Imitar no es suficiente

El que tiene entendimiento entienda: un seguidor imita, un discípulo encarna.

     Hay hombres y mujeres que viven en su propio mundo, con sus propias reglas, un mundo paralelo que busca desvincularse de responsabilidades reales. Fabrican su propia realidad para sustituir la verdad, pero ahí radica su mayor error: pretender torcer la verdad. La verdad es inmutable, Cristo es la verdad, y no puedes torcer a Cristo, ni siquiera negándolo. Estas personas se convierten en su propio dios para justificar su falta de rendición de cuentas ante el verdadero Rey.

También existen los seguidores de Cristo, que buscan su favor, pero sólo encuentran misericordia en forma de sanidad, consuelo, cobijo y alimento. Sin embargo, no alcanzan su propósito porque tampoco quieren asumir responsabilidades. Son un grupo conformista que ven a un Dios conformista, semejante a ellos. Estos hombres y mujeres siguen a Cristo por interés, buscando algo de Él, pero no a Él. Estas personas son egoístas y oportunistas, disfrazadas de piedad, que confunden el creer con temer a Dios, los conozco bien porque aún tengo cosas de ellos, que se manifiestan en áreas por señorear en mi vida para Cristo.

Por último, hay un grupo de hombres y mujeres que entienden su papel como instrumentos del Rey. No siguen a Cristo por lo que puedan obtener de Él; le buscan y le hallan porque tienen hambre y sed de Él. Su propósito es encarnarlo, porque en Él está la vida y el cumplimiento del propósito divino.

Podemos decir que el apóstol Pedro pasó por estos tres tipos de personas. Primero, fue el pescador, inmerso en su propio mundo y en sus propias fuerzas. Luego, fue un seguidor de Cristo que, en la hora de la prueba, lo negó. Finalmente, se convirtió en el discípulo capaz de morir por su Maestro, como de hecho sucedió. Al final, los primeros dos grupos de personas no se diferencian mucho, pues ambos miran solo sus propias necesidades egoístas. Sin embargo, es el tercer grupo de hombres que al buscar encarnar cada día a Cristo se les revela su sacerdocio, como la entrega de sus cuerpos en sacrificio vivo por el prójimo que aún sucumbe a la oscuridad.

Ahora bien, ¿cuál fue el punto de inflexión en la vida de Pedro?, ¿cuál fue el suceso que lo cambió todo?, ¿cuál fue el día que pasó de ser seguidor a discípulo?, recordemos que ser llamado discípulo no significa que alguien lo sea.

Y la respuesta es el día en que Pedro se enfrentó al Cristo resucitado. Aquel que experimenta a Cristo resucitado en su vida es quebrantado hasta en lo más profundo de sus cimientos y creencias personales; tanta es la conmoción, que la persona literalmente es mudada a una nueva raíz, la de Cristo.

Todos hemos pasado por ser seguidores de Cristo, pero recuerda, únicamente los discípulos encarnan.

Un verdadero discípulo no solo aprende las enseñanzas de su maestro, sino que las vive y las hace parte de su ser. Encarnar la idea del maestro significa que el discípulo ha absorbido profundamente los principios y valores enseñados, y los refleja en su vida diaria.

Este proceso no es solo intelectual; es una transformación del corazón y su inspiración. El discípulo experimenta un cambio interno que se manifiesta en cómo enfrenta los desafíos, cómo trata a los demás y cómo busca su propósito en la vida.

El que tiene entendimiento entienda: un seguidor imita, un discípulo encarna.

El apóstol Pablo nos invita a ser imitadores de Cristo, pero la verdadera intención de las palabras del apóstol es la encarnación en Cristo, para poder llegar a decir ya no vivo yo, sino que vive Cristo en mí.

Un discípulo de Cristo no solo sigue sus enseñanzas, sino que trata de vivir como Él vivió, mostrando amor, compasión, humildad y obediencia a Dios. La vida del discípulo se convierte en un testimonio viviente de los principios del maestro, inspirando a otros a seguir el mismo camino.

Así, el discípulo que logra encarnar la idea del maestro es aquel que ha permitido que las enseñanzas transformen su vida de manera integral, convirtiéndose en un reflejo auténtico de los valores y principios del maestro.

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