Futuro del pasado

Piensa bien, el futuro que esperas puede ser demasiado tarde...

     En Hebreos 12:22-24 y 28, encontramos una poderosa descripción de la realidad espiritual que los creyentes en Cristo ya experimentan. Estos versículos no solo revelan la presencia de la Nueva Jerusalén, sino que también nos llaman a vivir en la extensión de un Reino inconmovible.

Vamos juntos a explorar estos pasajes, respetando su contexto para mostrar cómo la Nueva Jerusalén ya era una realidad presente para el autor de Hebreos, y cómo esto desafía las doctrinas dispensacionalistas que ven el Reino como algo exclusivamente futuro.

Hebreos 12:22-24 dice: «sino que os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles, a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos, a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel

Estos versículos describen una realidad espiritual presente para los creyentes. El autor de Hebreos no habla de una futura llegada a la Nueva Jerusalén que baja del cielo, somos nosotros los que hemos descontextualizado el significado de lo que el apóstol Juan escribió en el libro de apocalipsis. Los creyentes ya se han acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, ese monte que profetizó Daniel y que desde la venida de Cristo a estado llenando el mundo hasta el día de hoy. Esta es una afirmación poderosa que desafía la idea de que la Nueva Jerusalén es solo una realidad futura.

En Apocalipsis 21:2, Juan ve la Nueva Jerusalén descendiendo del cielo, preparada como una novia adornada para su esposo. Sin embargo, Hebreos 12:22-24 nos muestra que, los creyentes ya participan en esta ciudad celestial, somos nosotros, los hijos en dependencia de Dios los que formamos esta ciudad. La novia, es una alegoría de aquella naciente Jerusalén que con gusto aceptó el pacto de su prometido, y consumado el pacto, consumado el matrimonio.

El autor de Hebreos menciona que los creyentes se han acercado «a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos» (Hebreos 12:23). Esta congregación incluye a todos los creyentes que han sido adoptados como hijos de Dios a través de Jesucristo, y que en Él, somos partícipes de su primogenitura. En Efesios 2:6, Pablo dice que Dios «nos resucitó juntamente con él, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús”, en consecuencia, no tenemos que ir a ningún cielo, porque ya estamos en el.

La inscripción en los cielos también nos revela una pertenencia y ciudadanía celestial que es actual, no futura. Filipenses 3:20 dice: «Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo”. Esta espera del Salvador está enmarcada en el contexto de la cruda persecución que sufría la iglesia en ese tiempo, y la salvación de la que se habla allí, no es la salvación del alma, sino la salvación de sus vidas naturales a manos de la alianza de romanos y judíos, descrita por Juan como la bestia y la gran ramera del libro de apocalipsis.

Hebreos 12:24 nos recuerda que los creyentes se han acercado «a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel.» Jesús, como Mediador del nuevo pacto, ha establecido una relación nueva y viva entre Dios y los creyentes. Este nuevo pacto es una realidad presente que transforma la vida de los creyentes y les permite vivir en la presencia de Dios. ¿Puede el pacto estar vigente sin reino y sin nueva Jerusalén?, es imposible, si el nuevo pacto está vigente, entonces la nueva Jerusalén y el Reino son reales y ahora.

La sangre de Jesús, que habla mejor que la de Abel, es un recordatorio de la obra redentora de Cristo que ya ha sido completada. En Hebreos 10:19-22, se nos anima a acercarnos a Dios con plena confianza, sabiendo que hemos sido purificados por la sangre de Jesús. Esta purificación y acceso a Dios son realidades presentes que los creyentes experimentan ahora.

Hebreos 12:28 dice: «Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia”. Este versículo nos llama a reconocer que ya hemos recibido un Reino inconmovible. No es algo que esperamos recibir en el futuro, sino una realidad presente que ya poseemos y que es nuestra responsabilidad extenderla por toda la tierra.

Este Reino inconmovible es el Reino de Dios, que Jesús proclamó durante su ministerio terrenal. En Lucas 17:20-21, Jesús dice: «El reino de Dios no vendrá con advertencia, ni dirán: Helo aquí, o helo allí; porque he aquí el reino de Dios está entre vosotros”. Se necesita ser muy necio para seguir afirmando que el Reino no es ahora. Jesús enseñó que el Reino de Dios ya estaba presente en medio de sus oyentes, y esta enseñanza se refleja en Hebreos 12:28.

En Mateo 28:18-20, Jesús da la Gran Comisión a sus discípulos, diciéndoles: «Id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo

Esta comisión no es solo para el futuro, sino una tarea presente para todos los creyentes. Estamos llamados a vivir y proclamar el Reino de Dios ahora, extendiendo su influencia en todas las áreas de la vida.

Las doctrinas dispensacionalistas a menudo enseñan que el Reino de Dios es un evento futuro que se establecerá en la segunda venida de Cristo. Sin embargo, Hebreos 12:22-24 y 28 nos muestran que el Reino de Dios ya es una realidad presente. Los creyentes ya participan en la Nueva Jerusalén y han recibido un Reino inconmovible.

Esta comprensión desafía la visión dispensacionalista, la gran tribulación y el rapto como se ha enseñado, y nos llama a vivir en la realidad del Reino de Dios ahora. No estamos esperando un futuro lejano para experimentar el Reino; ya estamos viviendo en el, y llamados a extender su influencia en el mundo.

Hebreos 12:22-24 y 28 nos revelan que la Nueva Jerusalén y el Reino inconmovible son ahora y de nosotros los creyentes. Esta verdad nos desafía a vivir en la plenitud de nuestra identidad en Cristo y a extender el Reino de Dios en el mundo. Al reconocer que ya hemos recibido un Reino inconmovible, podemos vivir con gratitud, sirviendo a Dios con temor y reverencia, y proclamando su Reino en todas las áreas de la vida.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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