El Reino de los Cielos en la tierra, opera como una colonia de Reino de Dios, y esa operación transita por leyes que escapan a la razón de la lógica humana, que se apartó de su identidad de realeza.
En el mundo, las condiciones y circunstancias que padecemos se vuelven límites; en el Reino no. La condición de una persona no determina nada en el Reino, todo ha sido determinado de antemano por el Rey.
El Rey ha dispuesto su voluntad anunciando el final de las cosas desde el principio. Es decir, lo que Jehová anuncia ya fué y es, su palabra es la consecución de los tiempos del hombre. Es el hombre el que debe alcanzar lo que ya es en Cristo y ésta es su realización.
En el mundo se nos enseña que debemos esperar el tiempo propicio, a esto lo llaman paciencia, y decimos muy tranquilamente: “el tiempo de Dios es perfecto”. En el Reino, los reyes y sacerdotes “buscan” el tiempo propicio con paciencia, porque entienden que todas las cosas ya son, y está de nuestra parte arrebatarlas con esfuerzo y valentía.
En el Reino, que no se vea, no significa que no esté. Debemos recordar que lo invisible sustenta lo visible.
Jesucristo no dijo: “al que espera le llega”, el dijo: “el que busca encuentra”. En Eclesiastés 3 1:8, no dice que hay tiempo para esperar, pero si hay tiempo para buscar.
Toda esta introducción fue necesaria para poder mostrar lo que tres hombres sin libertad lograron hacer aplicando los principios de un Reino inconmovible.
José, Nehemías y Daniel, en condiciones adversas hicieron cosas increíbles para el ojo con poco entrenamiento espiritual, pero aquel que tiene su vista en el Reino, podrá ver hombres con visión, propósito, fe, dirección, sentido de planificación, perseverancia, paciencia y comunión con Dios. Hombres que inclusive lograron el favor de reyes enemigos de Israel.
Hombres sin posesiones que alcanzaron la abundancia de la provisión por cumplir la misión que les fue asignada en función de un propósito divino.
Es natural para un pelícano dominar los vientos y los mares, fue concebido para ser pelícano, y no busca ser otra cosa. Nosotros nacimos para ser reyes y sacerdotes, esa es nuestra naturaleza.
Debemos buscar aquello que es natural a nuestros dones y talentos, hacerlo de la mano con Dios, aplicando los principios de un Reino Inconmovible, tal como lo hicieron antes que nosotros, hombres que estaban en el mundo pero que no operaban como hombres del mundo.