Dn 2:32-35: “La cabeza de esta imagen era de oro fino; su pecho y sus brazos, de plata; su vientre y sus muslos, de bronce; sus piernas, de hierro; sus pies, en parte de hierro y en parte de barro cocido. Estabas mirando, hasta que una piedra fue cortada, no con mano, e hirió a la imagen en sus pies de hierro y de barro cocido, y los desmenuzó. Entonces fueron desmenuzados también el hierro, el barro cocido, el bronce, la plata y el oro, y fueron como tamo de las eras del verano, y se los llevó el viento sin que de ellos quedara rastro alguno. Mas la piedra que hirió a la imagen fue hecha un gran monte que llenó toda la tierra.”
Si la piedra fue cortada no con mano de hombre y dice la escritura que Él ha vencido, entonces ¿dónde está su monte que llenará toda la tierra?
Dn 2:44: “Y en los días de estos reyes el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre,”
No hay más en el sueño de Nabucodonosor, no más victorias de las tinieblas o de satanás. Lo que si se puede ver es que habrá un continuo crecimiento del Reino de Dios en la tierra hasta que todo sea llenado.
Lo que la iglesia de este tiempo ha llamado y enseñado como arrebatamiento, no debe verse como el rescate de Jesucristo para salvar lo que queda de Él en el mundo. Esto es un razonamiento perdedor, de gente vencida y mediocre, que niega la salvación porque la sigue viendo en la carne y no en el espíritu. El mundo tiene su agenda, pero nosotros los reyes y sacerdotes tenemos la agenda de la luz, la agenda que prevalecerá, la agenda de Cristo. La escritura dice que Él reina junto al padre, recibiendo todo dominio y potestad en el cielo y en la tierra, y que nosotros somos más que vencedores en Él.
Israel venció a los egipcios a pesar de estar “atrapados” entre su ejército y el mar. Israel venció a naciones más grandes y fuertes que ellos en la tierra prometida. Un joven venció a un gigante. El imperio de hierro de los romanos no pudo eliminar a los cristianos. El factor común de estos eventos es la lucha, Jesucristo luchó y venció al mundo, Él espera lo mismo de nosotros estando en Él.
La lucha es espiritual, aunque ellos impongan el “nuevo orden mundial”, tengan los poderes políticos, económicos y la tecnología, aunque parezca que tengan acorralada a la iglesia verdadera, hagan lo que hagan, no van a prevalecer, aunque destruyan templos, silencien y maten a nuestros hermanos, no van a poder vencer; si no lo lograron antes de la resurrección de Cristo, menos ahora con un Cristo resucitado que está a la cabeza de nosotros.
Mt 28:18-20: “Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.”
Ro 8:37: “Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.”
Soy de los que ve el plan de Dios con el hombre en la creación, el establecimiento del reino de Dios con Adán, la caída del hombre y pérdida del reino, la restitución del reino de Dios por el 2do Adán hasta nuestro días y el fin de los siglos como un continuo, con un único espasmo de tiempo entre la muerte y resurrección de nuestro Señor. Ese evento es el verdadero y fiel nuevo orden mundial, el verdadero reinicio de todas las cosas: “He aquí, yo hago todas las cosas nuevas”.
Debemos hacer una parada obligatoria en la profecía de la destrucción de Jerusalén y su templo:
Dn 9:24-27: “Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos. Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos. Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por sí; y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será con inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones. Y por otra semana confirmará el pacto con muchos; a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda. Después con la muchedumbre de las abominaciones vendrá el desolador, hasta que venga la consumación, y lo que está determinado se derrame sobre el desolador.”
Jesucristo también profetizó la destrucción de Jerusalén quedando registrado en Mateo 24, Marcos 13 y Lucas 21.
Llegado el tiempo del Mesías, de dio fin al templo de piedra, fin al continuo sacrificio y la resolución de la abominación desoladora, es decir, el fin para los judíos en su tierra, como fue profetizado.
Los pocos que sobrevivan quedarán sin territorio, vagando como esclavos y despreciados por el mundo, pues ellos mismos sentenciaron sus vidas.
Mt 27:25: “Y respondiendo todo el pueblo, dijo: Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos.”
El caso de los verdaderos cristianos fue distinto, ellos empezaron a salir de Jerusalén a partir de la muerte de Esteban, debido a las persecuciones de sus propios compatriotas y el restante de los seguidores de Cristo salió de Jerusalén luego de la retirada de los ejércitos romanos de Vespasiano (tenían sitiada a Jerusalén); pero inesperadamente tuvieron que retornar a Roma, para seguir a Vespasiano quien tendría que luchar por el poder como nuevo emperador romano en el año 69 dc. Al siguiente año llegaría Tito, el hijo mayor de Vespasiano, quien llevaría a cabo el cumplimiento de la abominación desoladora. El fin del tiempo para los judíos en esa era.
Los judíos cristianos en obediencia a Jesucristo sobrevivieron a la abominación desoladora, para extender el reino de los cielos hasta que el gran monte llene toda la tierra.
Es imprescindible tener claro el contexto histórico para poder determinar el alcance de los versículos. Hemos incurrido en muchos errores por esta causa. Los versículos que hablan del fin de los Judíos como nación en el año 70 DC, no deben mezclarse con el fin de los tiempos y la venida de nuestro Señor. Muchas de las doctrinas de la iglesia de hoy están viciadas de este error.
El nuevo pacto debe verse como el tiempo de los gentiles, y este tiempo también se está cumpliendo, el tiempo donde ya no se adora en este monte o en Jerusalén: Jn 4:21: “Jesús le dijo: Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre.”
El templo del Espíritu Santo, donde se adora en espíritu y verdad, somos tu y yo. Jesucristo siempre tuvo la razón, el profeta de profetas.
Si Dios está con nosotros, entonces quién contra nosotros, éste es el mensaje de victoria que quiero penetre en tu mente y corazón:
Ef 5:14: “Por lo cual dice: Despiértate, tú que duermes, Y levántate de los muertos, Y te alumbrará Cristo.”
Nacimos con el propósito de hacer crecer ese monte santo que llenara la tierra, ¿qué estás haciendo tú?, ¿estás haciendo crecer el monte santo o estás siendo de tropiezo?.
El Señor vendrá y pedirá cuenta de los talentos que nos dió, ruego a Dios que tú y yo seamos hallados siervos buenos y fieles.