El verdadero demonio

La ignorancia no nos exime de nuestra responsabilidad.

¡Es tan fácil errar cuando creemos estar firmes!

     A menudo nos equivocamos al interpretar lo que dice otra persona. Esto sucede porque muchas veces las personas no saben explicarse bien ni expresar adecuadamente sus ideas. Este es un arte y un don que no todos poseen, pero que con la práctica constante podemos llegar a mejorar.

Sin embargo, ¿podemos decir lo mismo de las escrituras? En absoluto. Lo que sí sucede es que si no tenemos claridad de pensamiento, podemos malinterpretar lo que el Espíritu nos quiere transmitir.

Un ejemplo dramático de esta verdad se encuentra en Mateo 17:14-21, cuando dice:

14 Cuando llegaron al gentío, vino a él un hombre que se arrodilló delante de él, diciendo:

15 Señor, ten misericordia de mi hijo, que es lunático, y padece muchísimo; porque muchas veces cae en el fuego, y muchas en el agua.

16 Y lo he traído a tus discípulos, pero no le han podido sanar.

17 Respondiendo Jesús, dijo: ¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros? ¿Hasta cuándo os he de soportar? Traédmelo acá.

18 Y reprendió Jesús al demonio, el cual salió del muchacho, y éste quedó sano desde aquella hora.

19 Viniendo entonces los discípulos a Jesús, aparte, dijeron: ¿Por qué nosotros no pudimos echarlo fuera?

20 Jesús les dijo: Por vuestra poca fe; porque de cierto os digo, que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible.

21 Pero este género no sale sino con oración y ayuno.

Muchas veces hemos escuchado predicaciones sobre este pasaje y lo hemos leído varias veces. Incluso hemos hecho oración y ayuno para derribar géneros de demonios que operan sobre la vida de las personas. Sin embargo, ¿en verdad entendemos este pasaje de la escritura? ¿Entendemos lo que el Maestro nos trata de enseñar?

Jesucristo centró su mensaje en el arrepentimiento, el Reino, la unidad, el perdón y la fe. El Señor hizo hincapié en la fe en varias ocasiones.

Lamentablemente, la estructura religiosa que nos han enseñado puede cegarnos a la hora de abrir nuestro entendimiento. La religiosidad actúa como un sesgo ante la voluntad de Dios, distorsionando el mensaje del Maestro.

Olvida lo que crees saber y la estructura de pensamiento que te has formado sobre estos versículos. Intenta leerlos nuevamente con un enfoque más amplio y menos religioso. ¡Aquí te espero!

¿Lo hiciste? ¿Lograste darte cuenta? ¿Pudiste ver el contexto real del pasaje y el principio fundamental que aborda?

Jesús no está enseñando sobre demonios, sus géneros o como combatirlos. En realidad, está hablando sobre la incredulidad, nuestro verdadero demonio personal, está hablando sobre nuestra fe, que a menudo es minúscula. Nos enseña que es a través de la oración continua y el ayuno que le agrada a Dios que podemos lograr hacer crecer nuestra medida de fe. La incredulidad es el género que debemos combatir

La misma escritura nos enseña cuál es el ayuno que le agrada a Dios. En Isaías 58:6-7 se dice:

6 ¿No es más bien el ayuno que yo escogí: desatar las ligaduras de impiedad, soltar las coyundas del yugo, dejar ir libres a los oprimidos, y que se quiebre todo yugo?

7 ¿No es que partas tu pan con el hambriento, y a los pobres errantes metas en casa; que cuando veas al desnudo, lo cubras, y no te escondas de tu propia carne?”

Seguramente cuando te hablan de ayuno, recuerdas el último que hiciste privándote de alimentos, pensando que de alguna forma fue bueno para ti. Sin embargo, al ver el ayuno que le agrada a Dios, debe surgir en ti un auto cuestionamiento. Debes ver que el ayuno es mucho más que solo privarte de alimentos; es asumir la responsabilidad de servir y sacrificarte por el prójimo para ayudarlo a crecer en Cristo.

En los versículos sobre el muchacho lunático que vimos al principio, podemos ver que Jesús no se enfoca en los demonios, su dedo está señalando a nuestra poca fe. Y es con la oración, el servicio y el sacrificio por el prójimo que vamos a hacer crecer la fe que Dios nos dio por medida.

¡Cuánto daño nos hacemos y podemos hacer a otros cuando enseñamos mal las escrituras!

Con todo mi corazón, ruego al Padre que tenga misericordia por nuestra falta de entendimiento a su palabra, y que produzca en nosotros la lucidez y humildad necesaria para poder ver con sus ojos el testimonio escrito que nos dejó como herencia. Amén.

 

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