El nuevo propiciatorio

El incrédulo piensa que el día de su rendición de cuentas nunca llegará...

Ex 25:17: “Y harás un propiciatorio de oro fino, cuya longitud será de dos codos y medio, y su anchura de codo y medio.”

     El incrédulo piensa que el corazón que late en su pecho es el único que tiene.

El incrédulo no cree que tiene un corazón que sirve como asiento de inspiración.

El incrédulo piensa que su espíritu es un error morfológico (si tal cosa existe) que alguien plantó en su mente para confundir su caminar.

Jehová le mostró a Moisés el modelo del tabernáculo celestial y le ordenó hacer uno semejante para su pueblo Israel. ¿El propósito?, tener un sitio de encuentro para hablarles a los hombres de ésa joven nación.

Que Dios y el hombre estuvieran enemistados, no le impidió a Jehová hablarme a un Abraham, revelarle a un José o usar con poder a un Moisés.

DIOS ES PROPICIO ASÍ COMO SU HIJO JESUCRISTO ES PROPICIO

El sitio de encuentro debe estar disponible para cada hombre y mujer sobre la tierra a fin de no tener excusa.

El primer sitio de encuentro, el primer tabernáculo sobre la tierra lo hizo Jehová cuando sembró el huerto en Edén, plantando el propiciatorio en el medio, al que llamo árbol de la vida.

Ese Edén y su huerto-tabernáculo del Génesis se perdió, el tabernáculo del desierto se perdió, el templo de Jerusalén en sus distintas versiones, fué destruido, todos perdieron.

El novio le dijo a la novia que ni en éste monte ni en Jerusalén adorarían más a Jehová. Revisen las escrituras aquellos que defienden la construcción de un tercer templo.

El novio le dijo a la novia que el mismo Dios de Gloria buscaría personalmente a aquellos que le adoran en Espíritu y en Verdad.

No existe sobre la tierra un tabernáculo hecho con manos de hombre, que Dios haya establecido en su palabra como su sitio de encuentro con los adanes de éste siglo.

Todos los anteriores tabernáculos, todos esos sitios de encuentro, cada uno con su propiciatorio formaron parte del primer pacto que Dios celebró con Abraham, Moisés y el resto de Israel.

Hoy vivimos en el tiempo del segundo, más excelente y perfecto pacto, EL SEGUNDO PACTO entre Dios y los hombres, Dios representado en la figura del Padre, y los hombres representados en la figura de Jesús de Nazareth, el Hijo, un pacto de dos en el cual todos en Cristo podemos entrar, pero!!!.

Así como en las letras chiquitas de las etiquetas de los productos están las advertencias, así también el segundo pacto tiene sus letras pequeñas:

1Jn 2:15: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él.”

El MUNDO de este versículo al que se refiere Juan, es distinto al MUNDO al que él mismo se refiere en Juan 3:16

1Jn 2:15 es el mundo torcido, corrompido, que no hace uso de propiciatorios porque tienen el entendimiento entenebrecido por su propia incredulidad, estos han sido entregados a un espíritu de estupor.

Juan 3:16, es ese mundo creado por Dios, ese que de alguna forma milagrosa mantiene la imagen de su creador. A lo largo de la historia el Padre se ha reservado hombres y mujeres que no doblan sus rodillas ante la versión bizarra del mundo.

El diseño original contiene los planos de un propiciatorio único, un sitio de encuentro, un asiento señorial llamado corazón, desde el cual adoramos al Dios de Gloria en Espíritu y Verdad.

Ese propiciatorio es el asiento de Dios y su hijo cómo mediador del pacto.

El incrédulo no entiende las palabras aquí escritas, pero tiene la oportunidad de hacerlo por misericordia.

1Ti 1:13: “habiendo yo sido antes blasfemo, perseguidor e injuriador; mas fui recibido a misericordia porque lo hice por ignorancia, en incredulidad.”

La incredulidad es el cáncer de la fe que ahoga y envenena desde dentro de las congregaciones.

El hombre de poca fe es semejante a un pájaro con un ala herida, que puede llegar a sanar y así emprender vuelo. El incrédulo es semejante a un pájaro que no vuela porque no entiende que tiene alas para volar.

El incrédulo piensa que el día de su rendición de cuentas nunca llegará.

El incrédulo ocupa el asiento del corazón en lugar de Dios, él mismo es su motivo de inspiración y sienta cualquier cosa junto a él según sea la conveniencia del momento.

La incredulidad es el estado mental que padece todo aquel antepone su razonamiento frente al pensamiento de Dios.

El incrédulo nunca caminará sobre el agua, ni calmará la tormenta. Si llega a ocurrir fué por casualidad, es incapaz de ver la intervención divina.

El incrédulo puede ver la sanidad milagrosa de su prójimo, y aún así mantiene sus argumentos antepuestos a lo que ve para poder justificar su incredulidad.

El incrédulo tiene ojos que no ven y oídos que no oyen. Algunos de ellos van a las congregaciones, pero así como entran, así mismo salen de ellas.

El incrédulo nunca experimentará el quebranto que produce un encuentro con el Espíritu Santo. Sólo la misericordia de Dios puede hacerlo.

El incrédulo siempre confundirá la emoción y los sentimientos con el mover del Espíritu.

El incrédulo no cambia, se adapta. Es eunuco de arrepentimiento.

Aún así, en el incrédulo está un propiciatorio listo para cumplir con su propósito, un corazón diseñado anatómica y ergonómicamente para Dios.

Despierta incrédulo de tu sueño de estupor…

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