El Monte de los Olivos

Serie: Aprendiendo la obediencia. El gran desafío que pone a prueba nuestras mentes y corazones.

     Aquellos que asumimos la responsabilidad del Reino debemos velar por la correcta edificación del pueblo de Dios. Para lograrlo de manera auténtica, la enseñanza debe impartirse sin filtros, esquemas, tradiciones y, sobre todo, sin sesgos doctrinales que inconscientemente dirijan la enseñanza bajo prejuicios y creencias preestablecidas.

Cuestionar y reevaluar las doctrinas humanas, es una labor que nos compete, a fin de romper con todo intento mal intencionado o no, que busque desviar la atención del propósito divino.

Por ello, hoy nos embarcamos en el tren bala del cuestionamiento, viajando en primera clase, hacia la enigmática parada del Monte de los Olivos. Este lugar maravilloso, donde Jesucristo proclamó grandes profecías, ha sido objeto de adoctrinamiento por muchos, quienes afirman sin cuestionar que las palabras del Señor son profecías aún no cumplidas.

El contenido de Mateo 24, Marcos 13 y Lucas 21 ha generado un amplio debate entre las diversas posiciones doctrinales dentro de la iglesia.

Dios, en su responsabilidad y meticulosidad, nos dejó su voluntad escrita para que no tengamos excusas al presentar cuentas ante Él. Por ello, todo tema bíblico debe tratarse con el máximo cuidado y respeto.

Afirmar que las profecías del Monte de los Olivos aún están por cumplirse, es como decir que un rompecabezas está incompleto o errado porque las piezas restantes no encajan en el arreglo. Más aún cuando el mismo Jesucristo advirtió: “no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca”. Lo único que debemos hacer es colocar correctamente esas piezas mal entendidas. El rompecabezas está completo, pero es difícil admitirlo.

“Es más fácil engañar a la gente que convencerla de que ha sido engañada” Mark Twain.

Tener la razón no es lo importante; lo crucial es reconocer que cuestionar lo que creemos saber es saludable para todos. No se trata de defender posturas, sino de cumplir con nuestra tarea para evitar caer, ya que a veces creemos estar seguros de nuestra firmeza (1 Cor 10:12).

Jesucristo les dio a sus discípulos varias señales proféticas para responder a la importante pregunta que le hicieron: “Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?” (Mateo 24:3). Muchos estudiosos sostienen que los discípulos hicieron preguntas distintas, abarcando desde ese tiempo hasta el final de los días del hombre sobre la tierra. Sin embargo, el texto indica una sola pregunta con tres variantes, todas asociadas al contexto que tenía consternados a los discípulos como buenos judíos: la destrucción del templo, del cual no quedaría piedra sobre piedra. Pensar algo distinto es forzar el texto a salirse de contexto.

No voy a detallar cada una de las señales para no extenderme, pero si lo haré en las que considero son las piezas más relevantes que según algunas posturas aún faltan, y que solo hay que colocarlas al derecho para que vean que si encajan.

Desde los tiempos de Jesús, siempre ha habido engañadores, así como guerras y rumores de ellas. Desde aquellos días hasta el presente se levantan nación contra nación, y reino contra reino, también han habido pestes, hambrunas, y terremotos. La iglesia fue puesta en tribulación, perseguida cruelmente por los judíos y romanos, y muchos de sus miembros ajusticiados. Los falsos profetas no son nada nuevo, la misma escritura habla de ellos desde ese entonces. La maldad del hombre no para de asombrar tanto antes como ahora.

Así que todas esas señales no podemos decir que pasan únicamente en nuestros días.

Ahora bien, existen otras señales que actúan como cartas de la discordia, las piezas “faltantes” en el rompecabezas de la profecía del Monte de los Olivos. Esto me recuerda a la historia mitológica de la manzana de la discordia, lanzada por la diosa Eris con la inscripción “para la más bella”. Este acto sembró la discordia entre las diosas Atenea, Afrodita y Hera, desatando una gran disputa.

Este último comentario es de cultura general, ilustrando cómo la discordia ha acompañado al ser humano que prioriza su ego sobre la verdad. Espero que no se use para argumentar que este servidor cree en varios dioses.

Una de las piezas está en Mateo 24:14, la predicación del evangelio por todo el mundo.

 Uno de los hombres más respetados en el Nuevo Testamento es el apóstol Pablo. ¿Quién puede dudar de su entendimiento y de la gracia que Dios le otorgó? ¿Y quién mejor que él para determinar si el evangelio del Reino llegó a todo el mundo? Veamos los siguientes versículos con gran atención:

Hch 2:5: «Moraban entonces en Jerusalén judíos, varones piadosos, de todas las naciones bajo el cielo.»

Hechos 8:4: “Pero los que fueron esparcidos iban por todas partes anunciando el evangelio.”

Hechos 13:47: “Porque así nos ha mandado el Señor, diciendo: Te he puesto para luz de los gentiles, a fin de que seas para salvación hasta lo último de la tierra.”

Hch 24:5: «Porque hemos hallado que este hombre es una plaga, y promotor de sediciones entre todos los judíos «por todo» el mundo, y cabecilla de la secta de los nazarenos.»

Romanos 1:8: “Primeramente, doy gracias a mi Dios mediante Jesucristo con respecto a todos vosotros, de que vuestra fe se divulga por todo el mundo.”

Romanos 10:18: “Pero digo: ¿No han oído? Antes bien, por toda la tierra ha salido la voz de ellos, y hasta los fines de la tierra sus palabras.”

Colosenses 1:6: “que ha llegado hasta vosotros, así como a todo el mundo, y lleva fruto y crece también en vosotros, desde el día que oísteis y conocisteis la gracia de Dios en verdad.”

Colosenses 1:23: “si en verdad permanecéis fundados y firmes en la fe, y sin moveros de la esperanza del evangelio que habéis oído, el cual se predica en toda la creación que está debajo del cielo; del cual yo Pablo fui hecho ministro.”

1 Tesalonicenses 1:8: “Porque partiendo de vosotros ha sido divulgada la palabra del Señor no solo en Macedonia y Acaya, sino que también en todo lugar vuestra fe en Dios se ha extendido, de modo que nosotros no tenemos necesidad de decir nada.”

1P 5:9: «al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo.»

Fuimos adoctrinados para pensar que “todo el mundo” es literalmente todo el mundo. Se nos impuso un sesgo tremendo que nos impide ver más allá de la razón. ¿Dónde está el límite que diferencia lo simbólico de lo literal? Solo puedo mostrarte versículos en el contexto de la extensión del evangelio del Reino por todo el mundo. Ahí están, los dejo a tu criterio.

Todos los libros del Nuevo Testamento fueron escritos antes de la destrucción de Jerusalén y su templo en el año 70 d.C. ¿Cómo estoy seguro de eso? Ninguno de los autores, desde Mateo hasta Apocalipsis, registró los hechos de esa abominación desoladora, tan trascendental para cualquier judío. Todos ellos dijeron que el tiempo estaba cerca, que todo ocurriría pronto, y así fue. Todo ocurrió en esa generación, tal como lo profetizó nuestro Señor. Esa fue la llegada del fin de la que habla Mateo 24:14. Qué terribles fueron esos días, los días de la gran tribulación que ocurrió en esa época, la misma que quita el sueño a tantos en la iglesia de hoy.

Muchos de los verdaderos creyentes en Cristo que aún quedaban en Jerusalén antes de su destrucción, salieron a tiempo tal y como fue profetizado cuando la ciudad fue rodeada de ejércitos.

Otra de las cartas que ha traído gran confusión es Mateo 24:27: “Porque como el relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el occidente, así será también la venida del Hijo del Hombre”.

Pero no la debemos analizar de forma aislada, debemos hacerlo en conjunto con otras cartas o versículos igualmente “faltantes” para poder entender su contenido. Estas son:

Mt 24:29-30: “E inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas. 30 Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria”.

Evidentemente, el sol no se ha oscurecido y la luna aún resplandece. Es obvio que no ha caído ninguna estrella del cielo, ya que si eso ocurriera, nadie quedaría vivo para contarlo. Y, sobre todo, el Hijo del Hombre no ha venido desde el cielo en un rayo o en una nube; si lo hubiera hecho, seguro lo sabríamos, ¿verdad?.

Con respecto al último punto, el de la venida del Hijo del Hombre, que no nos pase como a la mayoría de los judíos, cuyo Mesías llegó y no entendieron los tiempos.

Las expresiones como: “el día del Señor”, “viniendo en las nubes”, “viniendo desde el cielo”, “como un rayo”, “el día grande y espantoso de Jehová”, “Jehová vendrá con fuego, y sus carros como torbellino, para descargar su ira con furor”, son formas proféticas que aparecen en las Escrituras para definir los días de juicio a las naciones por parte de Dios.

La Israel del primer siglo, la niña de los ojos, entraba en juicio de destrucción como tantas naciones antes que ella. Para sostener esta verdad, a continuación presento varios versículos bíblicos que utilizan ese tipo de lenguaje profético para anunciar los días de retribución de Jehová, a fin de establecer un patrón que nos abra el entendimiento.

Isaías 66:15-16: “Porque he aquí que Jehová vendrá con fuego, y sus carros como torbellino, para descargar su ira con furor, y su reprensión con llama de fuego. Porque Jehová juzgará con fuego y con su espada a todo hombre; y los muertos de Jehová serán multiplicados”.

Isaías 19:1: “Profecía sobre Egipto. He aquí que Jehová monta sobre una ligera nube, y entrará en Egipto; y los ídolos de Egipto temblarán delante de él, y desfallecerá el corazón de los egipcios dentro de ellos”.

El capítulo trece de Isaías, contiene una profecía contra Babilonia y menciona eventos celestiales y cataclismos. En Isaías 13:10, se dice: “Porque las estrellas de los cielos y sus constelaciones no darán su luz; el sol se oscurecerá al nacer, y la luna no dará su resplandor”.

Ezequiel profetiza en el capítulo treinta y dos contra Egipto y también menciona fenómenos celestiales. En Ezequiel 32:7-8, se dice: “Cuando te extinga, cubriré los cielos y oscureceré sus estrellas; cubriré el sol con una nube, y la luna no dará su luz. Todos los brillantes astros del cielo los oscureceré por ti, y pondré tinieblas sobre tu tierra, dice el Señor Jehová”.

Nahúm 1:3-6 profetiza la destrucción de Nínive, la capital de Asiria. Este pasaje describe la majestad y el poder de Dios en términos de fenómenos naturales: “Jehová marcha en la tempestad y el torbellino, y las nubes son el polvo de sus pies. Él reprende al mar y lo seca, y agosta todos los ríos; Basán y el Carmelo languidecen, y la flor del Líbano se marchita. Los montes tiemblan delante de él, y los collados se derriten; la tierra se conmueve a su presencia, el mundo y todos los que en él habitan”.

Amados, debemos ver todas esas profecías cumplidas, profecías sobre juicio y destrucción a distintas naciones. ¿Qué pasa con Jehová marchando en la tempestad? ¿Alguien lo vio? La luna no debería dar su brillo hasta hoy, las estrellas deberían estar oscurecidas desde la destrucción de esas naciones, el sol estaría cubierto por una nube, y los brillantes astros de los cielos no se podrían ver.

La respuesta es que nada de eso ocurrió de forma literal. Simplemente debemos observar el patrón de una profecía de juicio contra una nación. Primeramente, Dios, con sus distintos títulos como Jehová cabalgando, montando nubes, el Hijo del Hombre viniendo como un rayo, etc., anuncia la llegada del día del juicio. Luego, las lumbreras, el sol, la luna y las estrellas, son analogías de los derrocamientos de gobiernos y reyes de esas naciones. Eso fue lo que pasó con Israel en el primer siglo: Cristo vino a cumplir el juicio de destrucción de Jerusalén. Pero estamos tan sugestionados con la venida de Cristo que, al leer cualquier pasaje que haga esa referencia, lo terminamos sacando de contexto inmediatamente. No nos entra en la cabeza pensar que es una figura profética de la voluntad de Dios cumpliéndose ante nuestros ojos.

Llevamos dos siglos de adoctrinamiento dispensacional que no será fácil de diluir. Este enfoque divide las Escrituras en siete partes para justificar doctrinas que proyectan profecías cumplidas, pero que las resucitan forzadamente hacia un futuro que ya tiene más de dos mil años en espera.

El mensaje y la preparación de la iglesia serán muy diferentes si nos hacemos conscientes de estas realidades. Seríamos una iglesia más enfocada en cumplir nuestra parte en el nuevo pacto, ejerciendo cada día más presencia renovadora en Cristo para esta tierra.

Anhelo en mi corazón que este escrito te lleve a cuestionar lo que sabes y a revisar todas las cosas desde una postura más humilde y dependiente de Dios. Amén.

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