Muchas veces vi la escritura con un gran signo de interrogación, como algo difícil de entender, como algo reservado para los eruditos o los ministros llamados a edificar el cuerpo, no sé si fue por la imagen que me formé de ella, colocando barreras de complejidad para justificar mí falta de comprensión al revisar sus líneas.
¿Alguna vez te pasó, o te sentiste así?, cuando leía la palabra inspirada por Dios, escrita por hombres de diversas épocas y de distintos idiomas, se me hacía más grande el abismo que construía en mi mente, me quedaba claro que es insondable para un hombre como yo. Pregunto nuevamente, ¿te pasó alguna vez?.
Fue en esta condición de pensamiento que me enfrenté una y otra vez a 1Co 11:29 donde dice: «Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí.»
Que misterio tan grande y que consecuencia tan terrible para aquel que no es digno, entonces me preguntaba: ¿quién es digno?, la escritura dice que nadie es bueno, solamente Dios lo es. Dilema, paradoja, solo en mis pensamientos sin alguien que me rescate. Nadie que no sea bueno puede ser digno, decía dentro de mi, Apocalipsis dice que nadie era digno de tomar el rollo con sus siete sellos. Cada vez más me sentía abrumado por la idea de participar del cuerpo y la sangre de Cristo trayendo juicio sobre mi vida. Todas estas ideas eran contrapuestas al mandato de Jesucristo cuando dijo en 1Co 11:24b: «haced esto en memoria de mí». ¿Cómo Cristo dice que hagamos esto si nadie es digno?
La fatal ignorancia pero expectante a la vez, invade el corazón de aquel que busca respuestas en su Dios, es la sensación habitual de quien todos los días busca la revelación de su padre.
Hace poco escuché a un ministro que enseñaba sobre el cuerpo de Cristo y hacía una comparación entre los miembros del cuerpo y las prótesis usadas por los médicos para reemplazar los miembros faltantes.
Lo que era tan difícil de digerir en 1Co 11:29 se hizo evidente a mis ojos, tan complejo para ojos con escamas, pero tan fácil cuando Dios te quita dichas escamas.
Discernir el cuerpo es separar lo que no es del cuerpo, es decir: lo que está fuera del cuerpo y lo que aparenta estar en el cuerpo pero que no se duele con el, no siente con el y no tiene su misma naturaleza.
La clave es Cristo, su cuerpo, los que están en Él son justos, son dignos, los que creen, los que se arrepienten de sus pecados y entregan su vida a Él, en una sola palabra los que tienen la verdadera FE en Él, los que se duelen con sus hermanos, los que sirven y aman al prójimo como a sí mismos.
Hay personas que participan en las congregaciones, pero no son miembros, son prótesis que se parecen y ajustan al cuerpo. Es a ellos que debemos hacer la advertencia de no participar del cuerpo y la sangre del que Vive, hasta que se haga en ellos el milagro del arrepentimiento, de la reconciliación y entrega de corazón al Señor.