En esta ocasión, deseo compartir esta reflexión sobre un video que, con amable deferencia, un ministro del Señor me hizo llegar. Dicho material, que puedes encontrar en esta enseñanza, contiene un extracto del reconocido pastor Dr. Miguel Núñez, una figura emblemática dentro del cristianismo en América.
En el video, el Dr. Núñez expone una idea poderosa: sin importar la postura o doctrina escatológica que se profese, al final, Dios siempre resulta victorioso, y nosotros, como sus hijos, compartimos esa victoria con Él. Además, enfatiza que la Trinidad está de nuestra parte, estableciendo un vínculo inquebrantable que nos une al Creador.
Confieso que estoy plenamente de acuerdo con las palabras pronunciadas por el Dr. Núñez en ese fragmento, aunque desconozco el contexto completo de su discurso aquel día. Esta falta de contexto podría llevarme a omitir detalles cruciales, lo cual, de alguna manera, podría ser una limitación en mi análisis.
Sin embargo, considero que estas palabras, aunque inspiradoras, pueden resultar peligrosas si se interpretan de manera superficial. Muchos ministros, y me refiero a una gran mayoría, podrían adoptar estas afirmaciones para justificar una actitud conformista, reduciendo el propósito divino a un mero “irse con Cristo”. Podrían utilizar las palabras del Dr. Núñez para respaldar posturas que, desde mi perspectiva, resultan mediocres frente a la magnitud de la responsabilidad que se nos ha encomendado como Real Sacerdocio.
¿Qué decir, entonces, de Adán, quien prefirió obedecer a Eva antes que a Dios, desencadenando consecuencias que marcaron a la humanidad? ¿O de Esaú, quien vendió su primogenitura, dando origen a pueblos que se convirtieron en obstáculos para el plan divino? ¿Y del pueblo de Israel, que tras ser liberado de Egipto, pereció en el desierto debido a su rebeldía? Incluso el rey Saúl, cuya inseguridad lo llevó a oponerse a la voluntad de Dios; todos estos son ejemplos de cómo el fracaso humano puede entorpecer los designios celestiales de manera temporal.
Ante estos ejemplos, ¿podemos afirmar que al final, no importa cómo actuemos, porque ganaremos con Dios?. No lo creo.
La historia bíblica nos muestra una y otra vez que nuestras acciones tienen consecuencias, y que nuestra responsabilidad como siervos de Dios no puede ser minimizada bajo el pretexto de un final feliz. La victoria de Dios es incuestionable, pero nuestro papel en su plan requiere compromiso, fidelidad y una entrega que vaya más allá de la mediocridad.
Aunque comparto plenamente el mensaje que el Dr. Núñez transmite, considero fundamental recordar que nuestra responsabilidad como creyentes no se reduce a esperar pasivamente el triunfo final. Debemos vivir de manera que honremos el llamado que se nos ha encomendado, conscientes de que nuestras decisiones y acciones tienen un impacto directo en el cumplimiento del propósito divino.
A pesar de la caída de Adán, Dios levantó a Set. Frente a la corrupción de Esaú, surgió un Israel (Jacob). De entre los rebeldes Israelitas que salieron de Egipto, Dios esperó pacientemente y se apropió de una generación que, con temor y temblor, sí entraría en la tierra prometida. Y tras el fracaso de Saúl, Dios proveyó a David, un hombre conforme a su corazón.
Aquí podemos ver dos equipos, el primero de Adán, Esaú, los Israelitas que salieron de Egipto y Saúl, todos ellos tienen algo en común, fueron tropiezo del propósito divino, no asumieron su responsabilidad y no hicieron lo que fueron llamados a hacer en su tiempo. Por otra parte está el equipo de Set, Israel (Jacob), la generación de Israelitas que entraron en la tierra prometida y David, todos ellos tienen algo el común, asumieron su responsabilidad e hicieron lo que les correspondía en su tiempo. Esto tiene que llamar tu atención, dificulto que los dos equipos sean los ganadores como dice el Dr. Nuñez al final. Esto debe convertirse en una seria advertencia para los que creen que lo que importa es irse salvos con Cristo. Donde quedan entonces el cumplimiento de estos versículos: Daniel 2:35, Isaías 2:2, Miqueas 4:1, Habacuc 2:14, Salmo 22:27-28, Zacarías 14:9, Apocalipsis 11:15, Salmo 72:19, Isaías 11:9, Apocalipsis 21:24, y de muchos otros. ¿Qué es lo que las generaciones de hoy deben hacerse responsable?.
¿Qué nos enseñan estos patrones? Algo sencillo, pero profundo: Dios corta a quienes se convierten en obstáculos para su justicia, a quienes no comprenden su tiempo para actuar, a quienes eluden la responsabilidad de su llamado divino.
La frase: “Y es necesario que Él reine hasta que todos sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies”, no es solo una promesa, sino un llamado a la acción. Es un llamado a impulsar el cumplimiento de esa justicia maravillosa. Resulta irresponsable pensar que lo único que importa es “irse con Cristo” y no cumplir con la justicia que nos corresponde en este tiempo. No podemos conformarnos con la salvación personal mientras el Reinado de Cristo queda en segundo plano, como si pudiera esperar indefinidamente.
¿Qué vale más, salvarse o cumplir toda justicia?, irremediablemente viene a mi pensamiento la frase de Cristo cuando dice: “No os conocí, apartaos de mí hacedores de maldad”.
En conclusión, sí, ganamos. Así está escrito. Sin embargo, si tú y yo no hacemos la justicia que nos corresponde, corremos el riesgo de ser cortados por obstaculizar el plan de Dios, todo por la pereza de no asumir nuestra verdadera responsabilidad.
En lugar de simplemente decir: “Me voy con Cristo”, declaro: “Asumo la responsabilidad como parte de un real sacerdocio y me comprometo a extender el reino de mi Señor hasta el último día de mi vida. También me comprometo a preparar a las generaciones venideras para que continúen la buena obra por amor a mi Padre, en la unidad de Cristo”.
Por tanto, hermanos, para ganar hay que luchar. Y tenemos una gran batalla por delante. Salgamos juntos de la mediocridad del evangelio de la salvación individual y entremos juntos en el evangelio del Reino. Amén.