Jn 8:23 “Y les dijo: Vosotros sois de abajo, yo soy de arriba; vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo“.
Jn 15:19: “Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece.”
Dos versículos, dos versiones, dos ideas, lo irónico de estas palabras es que provienen de la misma boca, la de Cristo.
Todas las cosas creadas están en Cristo, todo fue hecho por Él y para Él. Dios en su omnisciencia tomó de Cristo todas las cosas para la creación del mundo, de allí tomo vida para hacer al hombre a su imagen y semejanza. Y así como en la semilla está contenido el potencial de un bosque, así también en Adán estaba contenido el potencial de toda la humanidad.
Elección es la palabra que marca la vida de una persona. Una cosa es que Cristo nos eligió para que seamos en Él, y otra cosa es que nosotros elijamos a Cristo, o por el contrario al mundo. Decidir por Cristo va a sellar el pacto de eternidad entre Dios y el hombre.
Cristo llama “de abajo” (del mundo), a los que no le reciben, a los que no lo eligieron. Y llama a los que si lo eligieron como “luz del mundo”, a aquellos que como Él son luz y sólo los que lo siguen son luz.
Entonces esta pregunta es determinante: ¿eres de Cristo o no?, es decir, ¿eres de arriba o eres de abajo?. El que es de Cristo se niega a sí mismo, toma su cruz cada día y le sigue. Los que lo hacen son los que han renacido del agua y del espíritu, obteniendo la nueva ciudadanía del Reino de los Cielos.
Entrar en el Reino debe ser una tarea vivencial, literalmente debemos experimentar la salida de un país para entrar en otro. Los que elegimos a Cristo tenemos que emigrar.
Cuando emigras a un país diferente, te encuentras que la gente es diferente, hablan diferente, tienen costumbres y tradiciones diferentes, tienen leyes diferentes, hasta piensan de forma distinta, en fin, es una cultura diferente.
Entonces si quieres hacerte ciudadano de ese país, tendrás que aprender a hablar como ellos, adaptarte a las costumbres y tradiciones de ellos, conocer y cumplir las leyes de ellos, pensar como ellos, en fin, adoptar la cultura de ellos.
Eso sería lo correcto, si no lo haces, entonces seguirás siendo un extranjero sin los privilegios de ese reino.
El problema con el reino de los cielos es que nosotros no emigramos hacia el. ¡El reino se acercó a nosotros!, y nosotros debemos emigrar “in situ”, en otras palabras el reino se nos hizo propicio. Las personas que salen de su país, cuando traspasan sus fronteras bajo el entendido que quizás no vuelvan, sienten un dolor al que llaman desarraigo, su mente se resiste a vivir fuera del país natal, pero ya no hay nada que hacer, el cuerpo ya no está en ese país.
La condición de emigrar a un país diferente se vuelve un tema de supervivencia, o me adapto, o me devuelvo en derrota a mi país natal, esto genera temores por un lado, pero también pondrá a prueba la valentía y el esfuerzo requerido para obtener la nueva ciudadanía, la nueva nacionalidad.
Usted debe tener claro que el reino de los cielos llegó y se estableció para nosotros como herencia, su Rey vino con un propósito verdadero, por eso era necesario que éste Rey nos salvara de la muerte, porque los muertos no heredan, solo los que viven eternamente heredan un reino que es eterno, los renacidos del agua y del espíritu si pueden hacerlo.
Cuando el Rey te rescató de la muerte, te devolvió la oportunidad de entrar en ese país, pero los que viven en ese país, piensan diferente, hablan diferente, tienen leyes diferentes y ya te sabes el resto.
En consecuencia, el arrepentimiento (nacer de nuevo o simplemente renacer), es la clave para llegar a ser ciudadano de ese reino. El arrepentimiento es el parto que todo nuevo ciudadano del reino debe experimentar.
Arrepentimiento es la consecuencia de cambiar la manera de pensar sobre aquello que me desvía del propósito divino. El que cambia su manera de pensar actuará diferente a como lo hacía antes. No debemos confundir arrepentimiento con pena, vergüenza, aflicción o remordimiento.
El nacido de la carne estará atado a la ciudadanía del mundo, pero el nacido del agua (fe en la palabra de Dios) y del Espíritu es un ciudadano del reino que enfoca su atención en llegar a la estatura del varón perfecto por el Espíritu de Dios.