¡Cristo, corazón bravío!

¿Dónde extraviamos nuestro corazón?, que fuimos domesticados por el mundo...

     Sin una gran batalla en la que un hombre pueda vivir y morir, la parte feroz de su naturaleza pasa a la clandestinidad, convirtiéndose en un hombre eunuco de propósito.

¿Para qué creó Dios a Adán? ¿Para qué sirve un hombre? Si usted sabe para qué se diseñó algo, entonces sabe su propósito. A un perro labrador le apasiona el agua; a un león le gusta cazar; a un halcón le encanta remontar el viento. Para eso fueron hechos. El deseo revela el diseño y el diseño revela el propósito el propósito revela el destino y el destino revela el deseo

Cristo, el Corazón Bravío: Llamado al Real Sacerdocio

¡Buenas días a todos, guerreros del Reino! ¡Levanten la cabeza, porque no estamos aquí para jugar a la religión, estamos aquí para tomar el territorio que nos pertenece!, el territorio de nuestro corazón, y el de los corazones que nos rodean para Cristo. ¡Estamos aquí para rescatar nuestro corazón bravío, ese que el mundo intentó enterrar bajo mentiras, comodidades y mediocridad! ¡Estamos aquí para asumir la responsabilidad que nos fue encomendada, porque no somos espectadores, somos protagonistas de la historia que Dios está escribiendo en esta generación!.

Hoy les voy a hablar de Cristo, el Corazón Bravío, el León de Judá, el que no vino a traer paz, sino espada de justicia. ¡El que desafió a los fariseos, al Sanedrín, a las autoridades religiosas de su tiempo y les gritó en la cara: “¡Hipócritas! ¡Sepulcros blanqueados!” ¡Ese es nuestro Cristo! ¡No el Jesús de cuadro, de mirada dulce y manos delicadas! ¡No! ¡Les hablo del Cristo que volteó mesas en el templo, que desató su valentía contra los mercaderes de lo sagrado, que confrontó con fuego y autoridad a los que se creían dueños de la verdad!.

¡Cristo es el caballero en el corcel blanco del Apocalipsis! ¡El que vino, viene y vendrá con ojos como llama de fuego, con una espada afilada que sale de su boca, y con un ejército celestial que lo sigue! ¡Ese es nuestro Capitán! ¡El que venció en la cruz, resucitó al tercer día y hoy sigue venciendo a través de nosotros por la sangre del nuevo pacto! ¡Porque Él nos hizo más que vencedores, nos hizo reyes y sacerdotes para extender su Reino en la tierra con servicio y sacrificio!.

¡Pero atención! ¡No nos llamó a ser sacerdotes reales de rituales vacíos, de tradiciones muertas, de religiones que apagan el fuego del Espíritu! ¡Nos llamó a ser un real sacerdocio poderoso, un pueblo escogido, gente brava, gente que no le huye a la batalla, porque fuimos diseñados para luchar! ¡Miren la naturaleza! ¡El león no pide permiso para cazar, el águila no teme a las alturas, el torrente no se detiene ante las rocas! ¡Así es el corazón de Dios en nosotros! ¡Un corazón bravío, arrebatador, esforzado y valiente!.

¡Pero el mundo nos quiere domesticados! ¡Nos quiere mansos, sumisos, callados! ¡Nos quiere encerrados en jaulas de religión, de miedo, de conformismo y de afán! ¡Y hoy les digo: basta! ¡Es hora de sacar nuestro corazón bravío a la luz! ¡Es hora de asumir la responsabilidad que nos fue dada! ¡Porque no estamos aquí por casualidad! ¡Fuimos escogidos para esta generación, para este tiempo, para esta batalla!.

¡Y la batalla no es contra carne y sangre, es contra principados, contra potestades, contra gobernadores de las tinieblas! ¡Pero no teman, porque el que está en nosotros es más grande que el que está en el mundo! ¡Cristo ya venció, y nosotros venceremos con Él en nuestro hoy, en nuestra generación! ¡Porque no somos cobardes, somos hijos del Dios Altísimo, somos guerreros del Reino, somos portadores de su gloria!.

¡Y no estamos solos! ¡Somos un ejército! ¡Una generación que se levanta con fuego en los ojos y convicción en el corazón! ¡Una generación que no se conforma con migajas, que no se arrodilla ante los ídolos de este mundo y los gobernantes incrédulos y burladores de los santo, una generación que no negocia su fe por comodidad! ¡Somos la generación que preparará el camino para la próxima, que levantará hombres y mujeres que extenderán aún más el Reino de los Cielos sobre la tierra!.

¡Así que despierten! ¡Sacúdanse el polvo de la mediocridad, de la pereza intelectual y del desorden! ¡Dejen de vivir como si no tuvieran un propósito! ¡Porque fuimos creados para cosas grandes, para conquistar, para vencer, para reinar con Cristo! ¡No somos esclavos, somos hijos! ¡No somos débiles, somos fuertes en Él! ¡No somos derrotados, somos más que vencedores!.

¡Les digo hoy: asuman su llamado! ¡Tomen su lugar en el real sacerdocio! ¡Prepárense con diligencia, porque la tarea es grande, pero nuestro Dios es más grande! ¡Y cuando el mundo vea a Cristo en nosotros, cuando vean su manifestación en nosotros, su fuego, su poder, su autoridad, no podrán negar que el Reino de los Cielos está aquí, entre nosotros!.

¡Levanten sus espadas, sacerdotes del Dios vivo! ¡Porque el León de Judá está rugiendo, y su voz está llamando a los valientes, a los esforzados, a los que no temen enfrentar los desafíos con amor y con fuego! ¡Este es nuestro momento! ¡Esta es nuestra hora! ¡No retrocedan, no se detengan, no claudiquen! ¡Porque el que comenzó la buena obra en nosotros, la terminará!.

¡Cristo, el Corazón Bravío, nos llama hoy! ¡Y yo les pregunto: ¿quién responderá? ¿Quién tomará su lugar en esta batalla? ¿Quién será parte de esta generación que cambiará el mundo? ¡La decisión es suya! ¡Pero sepan esto: el Reino de los Cielos no es para los tibios, no es para los cobardes, no es para los que se esconden, no es para los que se quieren ir al cielo vendiendo su heredad en la tierra por una salvación mal interpretada! ¡Es para los valientes, para los que están dispuestos a luchar, a vencer, a conquistar!.

¡Así que levántense, reales sacerdotes del Dios vivo! ¡Tomen su lugar! ¡Y marchen con Cristo, el Corazón Bravío, hacia la victoria! ¡Amén!.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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