Convicción vs Razón

El dogmatismo jamás será un buen consejero...

     La convicción es una cualidad que siempre ha sido admirada y valorada en nuestra sociedad. A lo largo de la historia, las sociedades humanas han honrado a líderes y visionarios que han seguido sus convicciones, incluso cuando eso significaba ir en contra de la corriente. Sin embargo, hay un peligro inherente en la convicción cuando no le abre paso a la razón.

En mi carrera ministerial, he tenido la oportunidad de conocer a muchos líderes que son personas de convicción. Y si bien admiro la firmeza de sus creencias, también he observado cómo esa misma convicción puede cegarlos a la razón y al diálogo constructivo. Esto puede conducir a decisiones precipitadas y divisiones, en lugar de a soluciones prácticas y asociaciones necesarias para avanzar en la extensión del reino de los cielos sobre la tierra.

En la vida de un creyente, la convicción sin apertura a la razón puede generar un estancamiento peligroso. Cuando nos aferrados tanto a nuestras convicciones dejamos de estar dispuestos a escuchar otros puntos de vista, se crea un ambiente tóxico en el que el progreso se ve obstaculizado. Esto puede derivar en resultados que no son inclusivos ni representativos del cuerpo de Cristo, lo que a su vez puede fomentar divisiones en lugar de unidad.

Es fundamental recordar que la convicción no es suficiente para tomar decisiones importantes. La razón y el pensamiento crítico guiados por el Espíritu de Dios, deben complementar y equilibrar la convicción. Esto no implica renunciar a las creencias profundas, sino más bien estar dispuesto a someterlas a un análisis riguroso y a considerar otros puntos de vista cuando tienen lugar. Como dice la Biblia en Proverbios 3:5-6: “Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas”.

Es muy peligroso llegar a pensar o decir: “yo no me equivoco”.

Siempre se encontrar versículos bíblicos que defienden una postura, y eso se llama manipulación de la escritura. El espíritu de unidad y amor, así como los contextos de la escrituradeben ser respetados para no caer en esos caminos separatistas.

El peligro de la convicción sin razón no se limita solo a la esfera religiosa. En la vida cotidiana, es importante estar abiertos a escuchar a los demás, considerar diferentes perspectivas y ser capaces de cambiar de opinión cuando la razón así lo requiera. Cuando nos aferramos demasiado a nuestras convicciones, cerramos la puerta al crecimiento personal y a la comprensión de los demás.

Decir que se tiene la verdad es usurpar el lugar de la verdad, y ese lugar es el de Cristo. Él es el camino, la verdad y la vida.

En el ámbito de los negocios, la convicción sin razón puede llevar a tomar decisiones arriesgadas e impulsivas que pueden tener consecuencias negativas. En lugar de tomar decisiones basadas en la emoción o en una idea fija, es necesario analizar de forma racional los riesgos y beneficios antes de actuar. Como dice el apóstol Pablo en Romanos 12:2: “No os adaptéis al mundo actual, sino transformaos mediante la renovación de vuestra mente…”.

En las relaciones personales, la convicción sin razón puede obstaculizar la comunicación y el entendimiento mutuo. Cuando estamos tan seguros de tener la razón, cerramos la puerta al diálogo y a la empatía hacia los demás. Es importante estar abiertos a escuchar y comprender las perspectivas de los demás, incluso cuando estas difieren de las nuestras.

En resumen, la convicción es una cualidad valiosa, pero sin la apertura a la razón puede convertirse en un obstáculo para el progreso y la comprensión mutua. Es importante recordar que la razón y la convicción pueden coexistir de manera armoniosa, brindando un equilibrio necesario para la toma de decisiones conscientes y responsables. Como reyes y sacerdotes, ciudadanos y seres humanos, debemos esforzarnos por encontrar ese equilibrio y estar dispuestos a cuestionar nuestras propias convicciones en aras de un entendimiento más amplio y una sociedad con más justicia que siempre apunte a la voluntad de Dios.

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