Como grano de café

Cuando vuelvas a tomar una tasa de café recuerda que ...

La vida de aquel que ha entendido su propósito como imagen de Dios en la tierra puede compararse al proceso que sufre un grano de café.

Desde que la semilla se siembra hasta que la tasa de café va a la boca, pasa un tiempo y ocurren varios eventos.

El arbusto de café crece y alcanza su desarrollo hasta fructificar, luego viene el que selecciona la fruta madura, la lava y le quita la pulpa cobertora, la seca y le quita la cáscara que recubre el grano. Luego viene el tostado según el requerimiento del mercado; pero el proceso no termina allí, para preparar la bebida es necesario moler el grano lo suficiente para que suelte de forma óptima todos los aromas y sabores que lo caracterizan, finalmente se pasa el café molido por el proceso de infusión de preferencia y ahora si; el café cumplirá su propósito para dar alegría a las personas que lo consumen.

Durante todo este lapso de tiempo el café se preparó para ser servido. El que es imagen de Dios debe prepararse para servir, porque el fiel y verdadero sirvió, sirve y continuará sirviendo. Mr 10:45: «Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos«.  Si Él lo hace su imagen lo hace, igual que un espejo, aquí están contenidos los que son el cuerpo de Cristo.

El colapso del hombre es resistirse a ser la imagen de su creador, sería como un león queriendo ser gato, o una paloma queriendo ser águila, están destinados a fracasar. Por ello tenemos una humanidad desgastada que abraza cada día más las ideas que distorsionan su imagen, argumentando sistemas de pensamiento opuestos a lo natural.

No son libres porque sus elecciones no son responsables hacia los demás y tampoco hacía ellos mismos.

Así como al grano de café hay que quitarle muchas cosas que no le permiten ser servido, así mismo nosotros tenemos muchas cosas que no nos permiten ser imagen de Dios y en consecuencia servir como Cristo lo hizo.

Te invito a que pierdas la pulpa de tu soberbia y altivez, te laves con arrepentimiento y seques con perdón, te quites la cáscara de dureza, te tuestes bajo el fuego del Espíritu Santo y seas molido en la cruz que debes llevar cada día, para que puedas servir al prójimo, alegrándole la vida porque ha visto el rostro de Cristo en ti.

Dios necesita de tu corazón para que su voluntad se glorifique en tu vida.

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