Carta a la Iglesia

Cuán difícil es enseñar a quien no quiere ser enseñado. Más nuestro aliento es que no es nuestra obra, sino la de Cristo.

Capítulo 1

Identidad de la Iglesia

     A la Iglesia, la Esposa, aquella que ha tenido el honor de ser exaltada en Cristo para cumplir toda justicia del Padre, a aquella que por causa del amor, vino a ser heredera de las cosas que se ven. Y a Cristo, por quién tenemos todas las cosas, por su gracia y por su obediencia a la voluntad del Padre, sea a Él la gloria por los siglos de los siglos.

Hermanos, ¡cuánto ha pasado!, veinte siglos desde que llegó el cumplimiento del tiempo, edades que una tras otra, han sido testigos de como se ha ido ejecutando la profecía de Daniel 2:34-35 hasta nuestros días.

Dn 2:34-35: “Estabas mirando, hasta que una piedra fue cortada, no con mano, e hirió a la imagen en sus pies de hierro y de barro cocido, y los desmenuzó. Entonces fueron desmenuzados también el hierro, el barro cocido, el bronce, la plata y el oro, y fueron como tamo de las eras del verano, y se los llevó el viento sin que de ellos quedara rastro alguno. Mas la piedra que hirió a la imagen fue hecha un gran monte que llenó toda la tierra”.

Hoy, hago una exhortación, a ti, que eres la poseedora del nuevo pacto, para que revises tu andar, se que con celo te has cuidado para testimonio de la verdad que es Cristo, aunque por otra parte, mucha corrupción ha intentado trastocarte.

Cuál es la causa de todas las cosas sino el amor. A Dios, le agradó crear en Cristo al hombre, haciéndolo a su imagen y semejanza, para que llegara a pertenecer a la familia Real, y así llegar a tener muchos hijos en la unidad del Espíritu.

Capítulo 2

Entender el propósito

     Me confieso pecador delante de ti, no soy mejor que tú, y sin embargo me atrevo a escribirte con el respeto que mereces, y por el título que descansa sobre tus hombros.

Hay que hacer cambios, el mundo halló la forma de penetrar la identidad de la iglesia corroyéndola peligrosamente, hoy en día veo con preocupación, como ese mundo hace más influencia en nosotros, que nosotros en el mundo.

Is 46:10 LXX: “el que anuncio primero lo postrero, antes que se haga; — y a la vez se cumplió; y dije: Todo mi consejo permanecerá; y todo cuanto he determinado, haré”.

Es vital que se nos muestre dónde está el final del proyecto divino, así podremos marcar el lugar correcto en el horizonte, para guiarnos en la visión y camino a seguir.

Si partimos de la veracidad del versículo anterior, entonces podremos ubicar con relativa facilidad en el horizonte, la marca que nos ayudará a establecer el rumbo, y así, ejecutar el plan de Dios.

En el principio, Dios anunció el fin de su plan para la creación que se ve, y esa verdad es que el hombre sea el señor de la tierra, como Dios es el Señor en los cielos, y esto lo confirmamos en génesis 1:26-28. Por esa razón, Dios dotó al hombre de un reino que debía extenderse por toda la tierra, a partir del huerto que Él había sembrado en Edén.

Por otra parte, Jesucristo, inició su ministerio luego de su regreso del desierto, y lo primero que anunció fue la llegada del reino que el hombre había perdido, y para disfrutar de ese reino, el hombre debía por voluntad propia, pasar por un proceso de arrepentimiento.

¿Lo ves?. Tanto el Padre, como el Hijo, nos revelan su alineación al plan divino, anunciando cada uno el final desde el principio, y cada uno lo hace desde su misión, el Padre como orquestador y responsable, y el hijo como ejecutor del plan.

Cristo, es la consumación del plan Divino. De Él comienza y termina la recomposición de los nuevos cielos y la nueva tierra, que no es otra cosa que el inicio del reinado del hombre en Cristo para el mundo, así como Dios lo quiso desde el principio.

Entiéndase, la venida de Cristo fue para consumar todas las cosas, Cristo selló la profecía, y de allí en adelante todo quedaría bajo el nuevo imperio de la justicia perdurable.

Cristo, marcó el fin del tiempo para el plan divino, su partida de la tierra, es decir, su ascensión al cielo, le dio inicio a su reinado de mil años descrito en el libro de Apocalipsis, para que se cumpliese la profecía de Daniel 7:14

“Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido”.

En Lucas 1:33 podemos encontrar: “y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin”.

 

Capítulo 3

El Milenio

     Amados, mil años anunciados del reinado de Cristo, no deben entenderse como mil años literales, y tampoco iniciarán cuando Cristo haya venido por segunda vez como muchos enseñan.

Es tu responsabilidad, como parte de Cristo, hallar y confirmar este anuncio en Él, y por el Espíritu. Si no alcanzas la convicción de esto , entonces el propósito de esta carta será infructuoso. Profundiza, escudriña en el tema del número mil a través de las escrituras, paséate por su uso, la connotación que se le da en sus distintas apariciones, y tendrás un mejor entendimiento de su significado.

Mil años en el contexto del Reino, nos habla mucho más de ese tiempo, un reinado que se extiende más allá de esa cifra, sin embargo, la misma escritura advierte que habrá una interrupción provocada por la liberación de Satanás, el cual intentará confundir una vez más a los hijos de Dios.

Ap 20:7: “Cuando los mil años se cumplan, Satanás será suelto de su prisión”.

Debemos tener cuidado con el literalismo. El libro de Apocalipsis está lleno de figuras proféticas. Debemos aceptar que el mal siempre estará allí presente mientras en el corazón del hombre exista la maldad.

Así como el pueblo de Israel tuvo que batallar con naciones luego de la conquista de la tierra prometida para probar su fe, así mismo, nosotros estaremos expuestos a la maldad para que nuestra fe sea probada durante el reinado de Cristo.

Jueces 3:1-4 dice: “Estas pues, son las naciones que dejó Jehová para probar con ellas a Israel, a todos aquellos que no habían conocido todas las guerras de Canaán; solamente para que el linaje de los hijos de Israel conociese la guerra, para que la enseñasen a los que antes no la habían conocido…, y fueron para probar con ellos a Israel, para saber si obedecerían a los mandamientos de Jehová, que él había dado a sus padres por mano de Moisés.”

Para administrar justicia se debe tener entendimiento del mal y de lo que éste puede hacer. Ahora bien, debemos estar convencidos que Dios tiene, y seguirá teniendo el control de su plan por los siglos de los siglos.

 

Capítulo 4

Los Patrones de Dios

     Es indispensable que entendamos a Dios, Él se da a conocer a través de las escrituras, del Hijo y del Espíritu, si prestamos atención a sus patrones, vamos a poder ver con más claridad lo que quiere de nosotros.

Un patrón es un sistema de conducta que se repite en situaciones específicas.

Hay patrones de Dios a lo largo de toda la escritura, es una fuente preciosa para poder tan siquiera rasgar la inescrutable inmensidad del conocimiento de Dios.

Jehová nos hace una invitación clara, la cual no debemos despreciar:

Jer 9:24: “Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová”.

En Mateo 24, Marcos 13 y Lucas 21, Jesucristo le habló al pueblo de Israel sobre su caída como nación, y la destrucción de su idolatrado templo en un lenguaje profético, el cual ellos estaban familiarizados por conocer las escrituras. Este lenguaje lo podemos encontrar en Isaías 13:9-10 con la caída de Edóm. En Amós 8:9 con la caída de Samaria. Y en Ezequiel 32:7-8 con la destrucción de Egipto.

Esto es un patrón muy evidente de como opera Dios, cuando viene juicio sobre una nación y sus gobernantes.

Tanto en los evangelios, como en los libros mencionados, aparece Dios, o Cristo, viniendo en juicio. Entender de forma literal estos pasajes, entorpece la compresión de los mismos, abriendo la puerta a doctrinas sensacionalistas que desvían del propósito divino a los que caigan en ellas.

 

Capítulo 5

La división de la iglesia

     Hoy en día, la iglesia de Cristo se encuentra dividida por doctrinas y pensamientos, que generan separación del principio de unidad del Reino de los Cielos. Todos creemos tener la razón. El celo, el orgullo, ciertos intereses, y otros elementos, los hemos antepuesto a la unidad del cuerpo.

La corrupción del hombre ha sido determinante en la separación de lo que creemos entender como cuerpo de Cristo. Desde la división de la iglesia en ortodoxa y católica, el cuerpo de Cristo no ha parado de subdividirse. Es irónico, que siendo Jesucristo uno, su supuesto cuerpo no lo sea. Eso nos tiene que llamar a la reflexión. Debemos tener claro que no todo lo que se dice cuerpo de Cristo, realmente lo es.

Después de meditar, profundizar, y mirar más allá de lo que mis ojos pueden ver con facilidad, puedo concluir que únicamente los que hacen la voluntad del Padre por amor, son el genuino cuerpo de Cristo, y éste género, no se divide.

Si logramos separar en nuestra mente, el concepto de religión sea cual sea, de lo que es la iglesia, entonces podremos renovar asertivamente nuestro entendimiento de lo que es el verdadero cuerpo, los llamados a ejercer gobierno divino en nombre de Jesucristo.

Finalmente, Jesucristo no habló de religión, su ministerio siempre se enfocó en el establecimiento del Reino de su Padre en la tierra, así como a la preparación de los hombres y mujeres que ejercerían el gobierno y la extensión de ese Reino.

 

Capítulo 6

La descontextualizada segunda venida

     Para empezar, es necesario aclarar que las frases: últimos días, el día del Señor, la final trompeta, el último tiempo, no son frases que tengan que ver con nuestros días o días futuros. Todas ellas, se refieren a los tiempos finales de la Israel como nación en el primer siglo.

Éstos tiempos finales de los que habla la escritura, comprenden desde la ascensión del Señor a los 40 días de su resurrección, evento descrito por Jesucristo en Mt 24:30, como la señal del hijo del hombre; hasta su “venida”, pero no como hombre, sino como eventos destructivos de juicio contra la nación apóstata de la Israel del primer siglo.

Mt 24:30: “Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria.”

Esto es necesario aclarar desde el principio, ya que muchos, pero muchos hombres y mujeres creen con absoluta convicción, que esos llamados tiempos finales están aún por venir.

La segunda venida de Jesucristo ha sido muy mal entendida por los santos de Cristo en nuestros días. Hemos descontextualizado los versículos que hablan sobre este asunto, forzándolos para dar sentido a doctrinas que se alejan de lo que realmente ocurrió, y considero que con la primera carta escrita por Pablo a los Tesalonisenses podría dar una correcta explicación sobre este tema que ha traído tantas divergencias a la Iglesia.

Esta carta de Pablo, como dije, fue escrita a la iglesia de Tesalónica, para brindarle consuelo y nuevos ánimos, debido a la difícil situación que estaban sorteando. Eran tiempos muy difíciles. Parte del trabajo apostólico era mantener el espíritu de la profecía de Jesucristo viva entre los Santos.

Recordemos que ésta, como todas las cartas del nuevo testamento, fueron escritas pocos años antes de la destrucción de Jerusalén en el año 70dc; este evento fue cumbre en la llamada ira venidera profetizada por Juan el Bautista y Jesucristo.

El marco contextual, se trata de Pablo y sus compañeros escribiendo a la iglesia ubicada en Tesalónica algunos años antes del año 70dc. Desde el primer capítulo, en el versículo seis, se puede ver la intención de aliento y consuelo ante la GRAN TRIBULACIÓN que estaban pasando.

1Ts 1:6: “Y vosotros vinisteis a ser imitadores de nosotros y del Señor, recibiendo la palabra en medio de gran tribulación, con gozo del Espíritu Santo,”.

Cristo había muerto, resucitado y ascendido al cielo hace años. Él mismo dijo en Mt 24:34, que no pasaría esta generación antes que todo se haya cumplido. El capítulo 1 de 1 Tesalonisenses cierra con el versículo 10, que nos termina de completar el contexto de la carta, ya que la venida de Cristo que esperan los santos, es la que los librará de la ira venidera.

1Ts 1:10: “y esperar de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera.”

Aquí debemos tener claro lo que ellos llaman la “ira venidera”. Esta expresión aparece por primera vez en Mt 3:7, y la usó Juan el Bautista, refiriéndose a los fariseos, ya que la llegada del Mesías anunciaba el inicio de la justicia perdurable, trayendo juicio y destrucción para unos, y la tan profetizada libertad para otros. La ira venidera fueron los eventos que causaron la destrucción de la Israel apóstata en manos del mismo Señor Jesucristo, que comandó los ejércitos del cielo en su caballo blanco. En Ap 6:2 y 19:11, puedes ver la figura profética de Cristo comandando el juicio contra Israel, para ejecutar el acta de divorcio entre Dios y esa nación, que no es otra cosa que el rollo de los siete sellos del Apocalipsis.

Amados, lamentablemente se ha torcido el significado del rollo de los siete sellos como una narración profética de eventos futuros de juicio y destrucción para el mundo. Recordemos que luego del diluvio del Génesis, Dios dijo que no volvería a destruir la tierra.

La GRAN TRIBULACIÓN debe verse como dos caras de una misma moneda. De un lado está la Israel apóstata, cuya parte en la GRAN TRIBULACIÓN, fue padecer de luchas fratricidas, y de un cerco a Jerusalén que trajo devastación y muerte a los moradores de esa ciudad hasta su total destrucción. Y por el otro lado de la moneda, estaba la novia, la incipiente Iglesia, que padeció persecución de una alianza terrible entre Judíos y Romanos, esta alianza fue anunciada en el libro de Apocalipsis con la visión que tuvo Juan de la mujer ramera sentada sobre una bestia. Ese fue el periodo más angustioso para los santos de Jesucristo durante la GRAN TRIBULACIÓN, cuyo climax, duró tres años y medio de altísima persecución durante el reinado del emperador Nerón. En esta persecución, muchos Cristianos fueron asesinados para que se cumpliese las profecías de Mt 24:22, Ap 13:7 y Ap 17:6

Mt24:22 “Y si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo; mas por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados”.

Ap 13:7: “Y se le permitió hacer guerra contra los santos, y vencerlos. También se le dio autoridad sobre toda tribu, pueblo, lengua y nación.”

Ap 17:6: “Vi a la mujer ebria de la sangre de los santos, y de la sangre de los mártires de Jesús; y cuando la vi, quedé asombrado con gran asombro.”

Todo lo anteriormente mencionado, tiene como objetivo guiarte al contexto de Pablo, Silvano y Timoteo, ellos, al igual que los demás hombres y mujeres de fe, esperaban que todos esos acontecimientos ocurrieran pronto, pues así se había profetizado.

Volviendo a la carta a los Tesalonisenses, vemos que en el versículo 12 del capítulo 2, se muestra claramente un Reino que está operando en la tierra, al cual se invita a que seamos partícipes para la gloria de Dios.

1Ts 2:12: “y os encargábamos que anduvieseis como es digno de Dios, que os llamó a su reino y gloria.”

Los siguientes versos 14, 15 y 16, grafican claramente lo expuesto anteriormente de la GRAN TRIBULACIÓN del lado de la iglesia, y del lado de sus perseguidores.

Hasta ese momento, la iglesia no tenía libertad, los mismos judíos eran sus perseguidores y captores, esa fue la gran ramera que nos habla el Apocalipsis en su lenguaje profético, sin embargo, cuando esa mujer adúltera murió en el 70dc, quedo libre la otra mujer que había sido perseguida, la novia. Esta quedo libre de las ataduras de hombres, tradiciones, religión, hasta de la maldición de la ley, para estar bien dispuesta, y así casarse con su amado y juntos conquistar la tierra para la gloria de Dios.

1Ts 2:19 dice: «Porque ¿cuál es nuestra esperanza, o gozo, o corona de que me gloríe? ¿No lo sois vosotros, delante de nuestro Señor Jesucristo, en su venida?».

Desde que inició la primera carta a los Tesalonicenses, hemos visto que según su contexto, la definición de “venida” a la que se refiere el versículo anterior, es esa venida de juicio para Jerusalén y libertad para la iglesia.

Los primeros versículos del capítulo 3 continúan haciendo énfasis en esa tribulación que padecían.

El capítulo 4 empieza haciendo mención de aquellos que han muerto durante las persecuciones. Es importante que haga esta distinción, para que se entienda el espíritu de unidad que tenía la iglesia en ese tiempo.

Ahora bien, llegamos a la parte más incomprendida de toda la carta, de la cual se han hecho tantas doctrinas, se ha hecho tanto sensacionalismo, y se ha abusado tanto de la buena fe de los santos en éstos últimos siglos.

Me refiero a los versículos 16 y 17 del capítulo 4, que dice: “Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. 17 Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor.”

Estos versículos son un anuncio de libertad, son frases que han sido adornadas para realzar la gloria de Dios, pero también han servido para aquellos que de forma literal interpretan la escritura, dándole ese sensacionalismo, que más que ayudar, entorpece la justicia que Dios preparó de antemano para los reyes y sacerdotes, que con pasión extienden día a día el Reino de los cielos en la tierra.

En Cristo no hay separación, ni muerte, esto implica que aquellos que murieron en Cristo durante todo el período de tribulación que se ha explicado en esta carta, son considerados por los que viven, como un solo cuerpo, ya que la muerte no tiene potestad sobre ellos.

Los que murieron durante las persecuciones, esos que duermen, más los que están aún dentro de Jerusalén, que son muchos, y los que están fuera de ella, todos los que recibieron el llamado y acudieron en escogencia, todos son uno formando el cuerpo en Cristo, que fueron tomados para ser recibidos en espíritu, a la nueva vida sin sus perseguidores Judíos, justo antes de la final destrucción de Jerusalén.

Para aclarar, vamos a introducirnos en los verdaderos significados de algunas palabras del versículo 17. En el original griego, que fue usado para nuestras traducciones al español, no existen los artículos “las”, y, “el”, que aparece como: “en las nubes” y “en el aire”. Estas nubes no son las nubes del cielo, son nubes de hombres y mujeres vivos y durmientes, son muchedumbres de gentes, te suena la siguiente expresión: “tan gran nube de testigos”. Así también el término aire, no es el aire del cielo, sino aire de espíritu. La palabra “arrebatados”, es el término que se usa para describir el versículo de Mt 24:31 que dice: “Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro”. En la escritura podemos encontrar un sentido más realista del uso y significado de “arrebatados”; en el libro de los Hechos de los Apóstoles, capítulo 8, versículos 39 y 40, dice lo siguiente: “Cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe; y el eunuco no le vio más, y siguió gozoso su camino. Pero Felipe se encontró en Azoto; y pasando, anunciaba el evangelio en todas las ciudades, hasta que llegó a Cesarea.”

Entonces, ser arrebatado habla más de un cambio de lugar y condición, donde se termina teniendo los pies en la tierra. No sé debe interpretar que es la salida del plano terrenal para morar en el cielo.

Pablo, en Tesalonisenses, usa el término arrebatamiento, para describir la representación de toda la iglesia, saliendo en libertad como una multitud de un solo espíritu, y huyendo no al cielo, sino a través del desierto de la tribulación, ese desierto que habla el libro de apocalipsis, dónde fue librada de la ramera, la bestia y el dragón.

Si volviéramos a traducir el versículo 17, sin sus adornos, y quitando el sensacionalismo de los literalistas, entonces quedaría así:

“Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos (librados y llevados a un nuevo lugar) juntamente con (los que duermen) en (multitudes) para recibir al Señor en (espíritu), y así estaremos siempre con el Señor.”

Finalmente, el capítulo 5 de primera de Tesalonisenses cierra en el versículo 23 dentro del mismo marco contextual en el que se ha incurrido durante todo el libro: “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo.”

Este versículo no está hablando de la segunda venida de Cristo al final de todas las cosas. Sino de una venida de acontecimientos de juicio contra una nación hasta su destrucción, y el inicio en libertad de la iglesia de su perseguidor judío.

 

Epílogo

Mi anhelo, es que no aceptes, ni refutes el contenido de esta carta. Lo que mi corazón desea, es que realmente y por voluntad propia, determines profundizar en la escrituras, haciendo a un lado lo que crees saber, y darle espacio al Espíritu de Dios para que hable a tu mente y corazón.

Esta carta es un llamado a buscar a Dios, a través de su Espíritu, escudriñando con nuevos ojos la palabra escrita.

Un rey y sacerdote, llamado a servir, no puede darse el lujo de ministrar, bajo un manto de engaño que llena de tinieblas su andar.

Te exhorto, a que de la mano con tu maestro natural, el cual es el mismo Espíritu, despiertes a la realidad del milenio en el que vives, y entonces, te hagas parte útil para que juntos lleguemos a la marca del horizonte que nos dejó nuestro Señor Jesucristo. Amén.

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