Esclavitud consentida

Aún cuando sean cadenas de oro, no dejan de ser cadenas...

     La esclavitud no comienza con los esclavistas. Todo empieza con los esclavos. No empieza cuando alguien saca un arma y obliga a otros a trabajar para ellos. Comienza cuando los demás se niegan a cuidar de sí mismos, y continúa cuando ellos mismos y sus familias piden a otros hombres que les den lo que necesitan, desde la cuna hasta la tumba.

La esclavitud comienza cuando un hombre abandona la responsabilidad de tomar decisiones por su propia vida, dejando que otros tomen esa responsabilidad por él. La verdadera esencia de la esclavitud está en la deliberada entrega de derechos y responsabilidades individuales a otros para que los gobiernen. La esclavitud está en el instinto de ser oveja, buscando a otros que alimenten y esquilen.

Los cristianos hemos confundido la dependencia de Dios con la dependencia de los hombres. Lo irónico de esto es que la dependencia de Dios nos hace reyes, y la dependencia de los hombres nos hace esclavos.

La esencia de la esclavitud radica en el deseo del hombre de evadir su responsabilidad, para perseguir sus propios intereses y obras.

El pueblo de Israel se hizo esclavo el día que decidieron que los egipcios decidieran por ellos, abandonando la responsabilidad de una tierra que les había sido dada por Dios. Lo que fué  el escape a una sequía de 7 años, se convirtió en siglos de esclavitud.

Así que podemos definir la esclavitud como el abandono de la responsabilidad.

En el mundo actual, la esclavitud se manifiesta en la dependencia del ‘papá Estado’ para el bienestar. Esto incluye delegar al Estado la responsabilidad de la salud de la familia y la seguridad social, especialmente para aquellos que se niegan a cuidar de sus propios hijos.

Otra forma de esclavitud es la educación gratuita proporcionada por el gobierno para los niños cuyos padres pueden tener hijos, pero se niegan a asumir la responsabilidad de educarlos.

Toda forma de regulación en la que transferimos la responsabilidad al Estado, termina convirtiéndose en otra forma de esclavitud para el ciudadano.

Jesús dijo en Jn 8:32 “Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”. La libertad es lo opuesto de la esclavitud, en consecuencia, debemos hacernos partícipes de la verdad, y si la verdad es Cristo, entonces más que nunca debemos asumir nuestra responsabilidad de estar en Él.

Nm 11:5-6: “Nos acordamos del pescado que comíamos en Egipto de balde, de los pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y los ajos; y ahora nuestra alma se seca; pues nada sino este maná ven nuestros ojos.”

El pueblo de Israel estuvo 40 años vagando en el desierto por no asumir su responsabilidad, es decir, por su mentalidad esclava. Dios requiere de hombres que asuman la responsabilidad del Reino. Los hombres del mundo asumen responsabilidades de otros, y terminan haciendo sus propios reinos personales.

Los hombres dormidos quieren que otros piensen por ellos. Incluso si eso implica látigos y trabajos forzados bajo un sol abrasador, si eso significa el 60% de impuestos, esperas durante horas a merced de burócratas sin rostro, humillaciones y manipulación de los verdaderos derechos: la vida, libertad y propiedad.

El esclavo dice: ¡Danos hoy nuestro pan gratis de cada día!, sin embargo, en el Reino nada es gratis, todo tiene un sacrificio. Los hijos de Dios dicen al Padre: Danos hoy el pan de cada día, entienden que están dentro de un pacto donde Dios y sus hijos cumplen cada uno con sus responsabilidades.

Una nación de esclavos no tiene futuro, al final muere, ya sea de invasión o de extinción, un día deja de existir, ningún gobierno puede salvarlos. Ninguna promesa de un trozo de pan diario “gratuito” podrá salvarlos.

Los esclavos no tienen una visión del mundo orientada hacia el futuro y, por lo tanto, no tienen futuro.

Sólo aquellos que son realmente libres tienen futuro. El futuro pertenece a quienes asumen la responsabilidad para ello. Cualquier otra cosa es mentira y autoengaño.

La irresponsabilidad, engendra esclavitud, y la responsabilidad engendra libertad.

Ante Dios debemos ser ovejas, y ante el mundo debemos ser leones.

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